Friday, November 27, 2009

TROFEO




Recuerda cuando su abuelo la llevó a elegir el regalo de cumpleaños, la vieja camioneta estacionó en un rodeo.

Grabó en su alma las imágenes de los caballos, debía optar por uno, eligió el de pelaje negro como el azabache, en el pecho una mancha blanca similar a un corazón, le otorgaba más belleza.

La mirada del animal parecía decirle, seré tu compañero de aventuras.

Trofeo sería el nombre del equino.

Fiel amigo, recibía con gozo un terrón de azúcar, cuando sus patas casi no rozaban el suelo para dejarla en horario en la escuela.

Otras, al trote se dirigían al lago, le gustaba ver a su potrillo reflejado en el agua o bien alimentándose con hierbas.

Parecía saber que no debía lastimar las flores silvestres.

Manso se quedaba al lado de su dueña cuando los rayos de sol invitaban a dormitar, en esos instantes se sentía plena, incorporada al paisaje.

Trofeo, para su deleite, aprendió a sortear obstáculos.

Suavemente y con firmeza saltaba las vallas.

Esa tarde sería diferente, mientras ella reposaba sobre un colchón fabricado por la naturaleza, observando los dibujos que formaban las nubes, Trofeo se mostraba inquieto.

Al levantarse para acariciar a su caballo notó que con las patas delanteras empujaba un objeto de metal.

Las manos recorrían el pelaje brillante, su compañero se mostraba intranquilo.

Había encontrado una llave, el tamaño hacía pensar que no se adaptaba a cualquier puerta.

Seguramente pertenecía a una propiedad importante.

El color del cielo indicaba la hora del regreso.

El cuero de la montura que había construido el abuelo era suave como una caricia recién nacida.

Dejó a Trofeo en el establo, asegurándose que tuviera suficiente cantidad de comida y agua.

Más mimos para despedirse hasta el día siguiente.

La misteriosa llave quedaría escondida en un morral.

Besó a su abuelo antes de subir la escalera para comenzar el descanso.

Dejó la ventana entre abierta, por ella entrarían los destellos de la luna, el reflejo plateado, celoso, cuidaría sus sueños.

Las sábanas tenían el perfume de la pradera.

No tardaría en dormirse.

Trofeo en el establo no sentía los achaques propios de la edad.

Quería mantenerse vivo en el recuerdo de su dueña, para siempre.

En ese instante se transformó en Pegaso, el caballo alado capaz de recorrer todas las distancias con el único objetivo de arrancarle una sonrisa a su amiga de tantos años.

Ambos han emprendido un largo viaje.

Visitarán un espacio donde los relojes no miden el tiempo, no se parecerá en nada a la tierra.

Desde allá, lejos en el cielo, los dos esperan que el mundo terreno cambie.

La llave encontrada en el lago les permitirá abrir las puertas de un lugar donde reine el entendimiento.


http://www.youtube.com/watch?v=UHtpLSG5__o&feature=fvw

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