Friday, June 18, 2010

EL ARCHIVO




La biblioteca de la ciudad es un edificio que aún conserva cierto esplendor pese a la falta de mantenimiento.

Es habitual observar como caen cual hojas otoñales láminas de pintura.

Del color amarillo que contrastaba con el verde de los cuidados jardines, solo quedan algunos vestigios.

Nadie lustra la puerta de hoja doble que culmina con lo que alguna vez fuera un brillante y colorido vitreaux.

El tiempo ha dejado su marca en la añosa madera.

Matilde llega puntualmente a su trabajo, viste el uniforme conformado por un trajecito gris, camisa blanca y pañuelo anudado al cuello para levantar el color de la vestimenta.

Calzado de taco bajo para no quebrar el silencio que debe haber en el interior del edificio.

Respetuosa de su trabajo y de los individuos que acuden al salón en búsqueda de un libro.

Luisa es una mujer con pocos escrúpulos, atrevida para vestirse, los tacos aguja golpean sobre los pisos distrayendo a los lectores.

Pese a la poca antigüedad y valiéndose de algunos artilugios secretos ha logrado el puesto de directora de la institución.

Pasa la mayor parte del día en su escritorio, sin darle demasiada importancia a los problemas edilicios que necesitan ser reparados.

Logra el traslado de Matilde al archivo, ignorando que le hace un favor, pese a que debe trabajar en el subsuelo sin poder ver la luz del sol por varias horas, en ese sitio se encuentras varias estanterías que atesoran libros de siglos pasados.

Bienes que cuida como si fueran sus propios hijos, conocedora de su tarea sabe que son ediciones que no se pueden encontrar en otras bibliotecas.

Textos encuadernados en cuero, las letras doradas casi se adivinan, algunos son valiosos manuscritos volcados en finas hojas de papel que a mutado al amarillo que otorga el tiempo.

Matilde reporta a su superior que ha descubierto una pérdida de agua proveniente de una canilla que puede dañar los libros.

Luisa ni siquiera le toma el reclamo, le dice que opte por jubilarse o visitar a un oftalmólogo.

Respetuosa dejará pasar unos días para reclamar nuevamente, así lo hará durante unos meses.

Coloca servilletas de papel entre las hojas intentando quitar la humedad.

Las letras de muchos escritos están borroneadas.

Esta vez hará la denuncia en la secretaría de cultura de la ciudad.

Los inspectores que acuden al lugar notan que el daño producido en algunos tomos es irreversible.

Matilde se ha jubilado, no obstante sigue con interés el caso de su antiguo lugar de trabajo.

Luisa debe presentarse ante las autoridades, desconoce el episodio, aduce que jamás fue informada.

La declaración es endeble, apurada por las circunstancias insiste en deslindar responsabilidades, antes de quedar detenida por incumplimiento de sus funciones y daño a bienes públicos, grita al juez: No sé que pasó, Matilde era tan meticulosa que sólo a una imprevisibilidad cósmica culpó de su error”.

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