Thursday, October 21, 2010

SUEÑOS ETERNOS




La mañana estaba fresca, el viento que ayer soplaba con furia decidió tomarse un descanso, ello permitió que el termómetro marcara una temperatura primaveral.
Momento ideal para caminar por la orilla de la playa.
Transparente el cielo regalaba sus matices al océano, curiosamente estaba calmo, parecía un espejo inmóvil en el que las gaviotas reflejaban un vuelo plácido.
Plumas blancas que se confundían en su aleteo con las nieves eternas que cubren los cerros que cierran la bahía.
Sin obligaciones inmediatas decidió ir al café literario.
Era temprano, no encontró muchos asistentes.
Ese lugar ejercía cierta magia sobre ella.
En los estantes los libros esperaban ansiosos que un par de ojos se detuviera en sus letras.
En un rincón del pequeño salón una vitrina guardaba manuscritos de reconocidos escritores y de otros que tenían talento para volcar en el papel los sentimientos que nacen en lo más profundo del alma.
El revestimiento de madera lograba que el sitio fuera aún más placentero, cálido.
Pocos cuadros en las paredes, la mayoría reproducciones de pintores famosos.
Eligió una mesa cerca del ventanal, a través de los cristales observaba la maravilla de la naturaleza pródiga.
Desechó las medialunas crocantes que acompañaban la infusión.
Buscó en el bolso un lápiz, la mordedura en el extremo le indicó que había sido usado por uno de sus hijos.
Los bollitos de papel le indicaron que no era buena para el dibujo.
La cámara fotográfica evitaría un esfuerzo inconcluso.
La taza de café humeante la transportó a otros tiempos.
Se dejó levar por la imaginación y los seños.
De pronto estaba en la campiña francesa, todos los verdes se conjugaban alrededor de la mansión solitaria.
Había desaparecido su atuendo, ahora gasas volátiles que cubrían la esbeltez de su cuerpo.
Una sombrilla la protegía de un sol imaginado.
Descalza podían sentir la gramilla que acariciaba sus pies.
No se iría de ese lugar encantado sin conocer al dueño de ese sitio angelado.
Tuvo miedo cuando escuchó la voz ronca de su morador.
Por la ventana espió al hombre casi destruido que hablaba solo.
Con un objeto cortante destruía varias telas.
A medida que veía los hechos la ternura se apoderaba de su alma viajera.
Ese hombre necesitaba un abrazo, ella estaba dispuesta a dárselo.
Ingresó a la casa sin hacer ningún ruido, no quería romper la magia del encuentro.
No la obnubiló el aliento a alcohol que emanaba del cuerpo del artista.
Lo rodeó con sus brazos, acarició la barba rojiza.
Ayudó a que subiera las escaleras.
El cuarto era un desorden, botellas de licor vacío, vidrios rotos.
Por un instante calmaría la mente atormentada de ese hombre, al que había aprendido a amar a través de su obra.
Hoy ella sería la mujer de la sombrilla, que a posteriori conocería el mundo.
Besó sus labios marchitos, acostumbrados a pagar por un poco de amor.
Regresa en el tiempo.
El café está frío, paga la consumición.
Mientras camina por la playa desierta recuerda al hombre torturado que supo pintar el desprecio.
Sonríe cada vez que lo recuerda, en sueños logró un poco de felicidad antes que el artista durmiera el sueño eterno.

http://www.youtube.com/watch?v=6CfSB9nuc1M&feature=related

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