Thursday, March 21, 2013

DOMINGO DE RAMOS





Para despojarse de las conmociones que producen hechos históricos no existe mejor receta que viajar a destinos inesperados que tienen mucho que ver con la celebración de hoy.
Ustedes saben que colaboro desde mi alejamiento con la revista que alguna vez dirigí.
Nada en particular me alejó de la redacción simplemente necesitaba dedicarle mis horas a la familia que conformé.
De ninguna manera quería perderme la niñez de mis pequeños, sentires de la vida que no se repiten ni se pueden volver el tiempo atrás para disfrutar una sonrisa de caramelo.
Durante este tiempo mis colaboraciones con la editorial son espaciadas, hay personas brillantes que pueden desarrollar mi trabajo, aún así me gusta dejar entregas especiales.
Temprano había recibido los pasajes con destino a Jerusalén.
Estuve a punto de rechazarlos, no deseaba perturbar la tranquilidad viajando a una zona donde los conflictos son eternos.
No llevaría mucho equipaje, solo lo necesario para pasar un fin de semana especial.
En el bolso de mano irían las cámaras fotográficas y la filmadora más el shador que necesitaría para cubrir la cabeza ni bien arribara a Oriente.
El vuelo no sería directo, transbordaríamos en Francia para llegar al destino definitivo.
Tres horas en París me posibilitaron recorrer las adyacencias del aeropuerto, no dudé en abordar un auto de alquiler.
En esta ocasión no iría a Notre Dame, preferí visitar Sacré Coeur.
Tenía la imperiosa necesidad de rezar, orar para agradecer a la vida todo lo que me había dado, no solo se trata de pedir.
Llegamos a Jerusalén de madrugada, a esa hora el aeropuerto está desolado.
Afuera me esperaba una combi que me llevaría al hotel.
Mientras cargábamos el equipaje el cielo se tiñó de humo verde, luces características después del estallido de bombas.
Lejos de amedrentarme continué mi derrotero.
El hotel es sencillo, desde las ventanas obtengo una vista magnífica.
Las construcciones son majestuosas, las cúpulas doradas son bellísimas.
Por la tarde iré al Monte de los Olivos, un sitio que es imposible describir con palabras.
En cada hoja que mece la brisa hay tradiciones milenarias.
Está prohibido cortar ramas de la planta.
Las imágenes conmueven un hombre joven con rostro de santo lleva sobre sus espaldas una cruz tallada en madera.
Imposible detener las lágrimas, el silencio es el protagonista.
Porta la cruz erguido como si no pesara nada, alguien se preguntan por qué tanto sufrimiento a quien está a mi lado solo puedo responderle ¿Por qué no?
No pude conciliar el sueño en el viaje de regreso a mi terruño, no crean que me entregué a la oración, solo pensé en tantos años de historia que se repiten continuamente.
Muchos de nosotros cargamos con la cruz que señala el destino, otros pícaros tratan de eludirla sin saber que los designios de una vida están escritos.

http://www.youtube.com/watch?v=iMJPZ-mu-Ts

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