Tuesday, August 20, 2013

REENCUENTRO




Cho siempre fue un ser solitario, en la adolescencia decidió mudarse a Tokio en la búsqueda de mejores oportunidades de vida.
Nada lo ataba a su tierra natal, tenía la intención de olvidar el pasado, iniciar una nueva vida que fuera capaz de sepultar el horror que había vivido de pequeño.
Único hijo de un matrimonio grande, vio como el enemigo desollaba a su padre escondido en un pozo al que apenas ingresaba la luz y un poco de oxígeno.
No podría decir cuanto tiempo estuvo en ese lugar maldito, se orientaba por la luz del sol que a mediodía ingresaba a la profundidad de la tierra por breves instantes.
Pasó hambre, lloraba en silencio la ausencia de sus seres más queridos
Hambriento cruzó espacios indescifrables, encontró a un guía que al verlo tan mal no dudó en acogerlo en su vivienda de la montaña, creyó encontrar en ese hombre paz y sabiduría, aprendió un oficio.
Dicen que partir es morir un poco, estaba dispuesto a tener otra vida.
El anciano le ofreció al desvalido casa y comida a cambio de tareas rurales, alimentar al escaso ganado que tenía y con el que ambos sobrevivían.
El invierno en la altura es demoledor, quien se convirtiera en padre adoptivo enfermó.
No dudó un instante el anciano necesitaba atención médica.
Pocos minutos le llevaría cargar las alforjas de una mula con lo indispensable que no era demasiado para llegar al hospital que estaba atravesando los cerros.
Cho presentía que otra pérdida se avecinaba, lágrimas de impotencia surcaban su rostro, hubiera dado su propia vida para salvar al hombre que tanto cariño le había dado en los últimos años.
Misuko cuidaba a los enfermos en soledad absoluta, siempre le acercaba un plato de comida caliente.
Jovial, amorosa el cabello lacio era el marco perfecto para esos ojos almendrados que suplicaban un poco de amor.
Se contaron sus penas, ninguno de los dos tenía ataduras, estaban solos en el mundo.
Cuando el anciano partió hacia otra vida decidieron establecerse en las afueras de Tokio.
Un sacerdote bendijo la unión de los enamorados.
Armaron con mucho esfuerzo un vivero, Misuko estaba pendiente de su esposo.
Pronto la familia sería bendecida con la llegada de un hijo.
Quiso el destino que nacieran mellizos, un varón y una niña.
La depresión post parto logró que la madre huyera, nadie podía juzgar su conducta, toda su vida había sido un ser libre como los pájaros, a esa vida regresaría.
Cho no podía encargarse de los dos niños, decidió internar a la pequeña Emiko en un instituto, allí estudiaría hasta la mayoría de edad.
Haru se quedaría con el padre, le enseñaría el oficio, deseaba que sus hijos no pasaran privaciones.
Destruyó todas las fotografías de la madre de los pequeños, prefería darla por muerta antes de contarles que había huido.
El joven guardaba cada peso que recibía de su padre, no tenía intenciones de permanecer en un vivero de por vida, necesitaba conocer sus orígenes.
Se iría de madrugada, llevaría lo indispensable, varias veces descartó la carga de la mochila.
Pese a tener quince años parecía mayor, no tardó en emplearse como músico, con el sueldo pagaba la pensión y subsistía.
Componía letra y música de las canciones, pronto se convertirían en hit del mercado musical.
El verano era propicio para los recitales al aire libre.
Una muchacha con la tez de porcelana ocupaba su tiempo.
Compartían salidas y el éxito temprano de Haru.
La dueña de la pensión los cuidaba con esmero.
Los muchachos estaban tratando de reconstruir el pasado.
Pese a las insinuaciones y la belleza de Emiko, el joven artista reprimía sus emociones, algo le decía que solo debía considerarla como una amiga.
Emiko y Haru se despidieron un atardecer, ella tenía el rostro tan bello como los pétalos de un crisantemo, buena figura, prometieron encontrarse algún día.
Haru brillaba en los escenarios nacionales e internacionales, Emiko se destacaba en los estudios.
Coincidieron en un lugar remoto, él daba un recital, ella estaba a punto de obtener una maestría.
Brindaron por el reencuentro.
Un asistente le comunica a Haru que debe posponer los recitales y viajar a Tokio, antes de morir su padre le revelaría el secreto mejor guardado.
Emiko y él eran hermanos, la dueña de la pensión era la madre de los muchachos.
Terminados los funerales de su padre los hermanos vuelven a encontrarse para siempre.
El destino los había reunido, tenía una nueva posibilidad de recomenzar la historia que parecía trunca.
Unidos disfrutan del éxito en compañía de su madre, el pasado se transformó en recuerdo enrejado en el alma de los protagonistas.

http://www.youtube.com/watch?v=hskCoPqt4…

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