Thursday, November 23, 2006

CELOS

Cuando finalmente mi coartada falló, confesé que lo maté por amor.
La oficina era chica, fría, las paredes descascaradas por el tiempo, a un lado un armario que contenía expedientes, tapas de cartulinas que escondían otras historias.
Frente a mi, un sillón que alguna vez fue rojo como era mi pasión, un reloj que al marcar los segundos late tan fuerte como mi corazón.
Puedo escuchar el sonido del silencio, en el pasillo retumban las pisadas, se escuchan gemidos y llantos de otros que están perdidos como yo.
Llega mi verdugo, me observa y le pide al oficial que me acompaña que me quite las esposas.
Siento que mis manos libres pueden volar como pájaros.
Con tono burlón comienza el interrogatorio.
Ante él, desnudo mi alma.
Conocí a Julio hace cinco años, me esperaba a la salida del secundario, mis padres no lo querían,bastaba con el amor que yo le profesaba.
Nos fuímos a vivir a una casa chiquita en la ladera de la montaña, el paisaje se asemejaba a las pinceladas de un cuadro, frente a nuestro jardín perfumado por las más bellas flores, corría el brazo de un lago, tan azul que reflejaban los ojos de mi amado.
Nuestro despertador era el trino de los ruiseñores, nuestra luz el sol que jugaba a salir de las aguas.
Era nuestro mundo ideal hasta que él cambió, se transformó en un ser hosco y agresivo.
A Julio ya no le importaba si por la noche del cielo pendía la luna o una estrella fugaz se llevaba mis deseos.
Sin motivo tomó vida la agresión, sus manos que antes eran caricias se convirtieron en tortura.
Mis ojos ya no tenían lágrimas para tanto dolor, esperé que se durmiera y con una daga atravesé su corazón.
Inmutable el juez escuchaba mi relato, garabateó en un papel algunos datos, con su cabeza hizo una señal.
Hoy camino por un largo pasillo tratando romper las rejas que se adueñaron de mi alma.
ella sabe que pronto nos encontraremos tal vez en otro lugar.

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