Thursday, February 18, 2010

EL VIEJO MOLINO




Pierre Auguste vive en las afueras del Louvre, es el más pequeño de los hermanos, como su padre adora el arte.
La familia humilde de la que proviene tiene muchos sueños, no saben si los verán cumplidos a corto plazo.
Festeja los cinco añitos, la casa está repleta de amiguitos, juegan ríen.
Recibe feliz varios regalos, se detiene en uno que llama poderosamente la atención de un niño de tan corta edad.
Telas y pinturas serán en el futuro permanente compañía.
Apto para el dibujo plasma sus creaciones en papeles, hasta que descubre los coloridos óleos.
El corazón da volteretas en su pecho, las manos chiquitas saben como arrancarle caricias a los pinceles.
Dejará su huella de artista en finas porcelanas, más tarde elegirá las esculturas.
Joven apasionado esculpirá cuerpos de mujeres, los inventa, la pobreza le impide acceder a ellas.
Derriba barreras, tiene ansias de conocer el mundo de la pintura.
Una muchacha de la sociedad lo contacta con grandes pintores, de ellos aprenderá su técnica a la que imprimirá su propio sello.
Como aves recién nacidas, sus manos ligeras recorrerán el blanco lienzo.
Ama, es amado.
Guarda los besos correspondidos en un lugar de su alma.
No puede atarse a ninguna mujer su destino es plasmar cada vivencia.
Quiere mostrar a todos la sangre encendida que corre en sus venas.
Ha llegado el momento de dedicarle un cuadro a su amada.
Se encuentran en un lugar alejado de París, ella viste ropas sencillas de colores rosados como el cielo cuando amanece.
Una boina cubre la espesura de sus cabellos, atrás un viejo molino de viento, cansado mueve sus aspas al compás de la brisa.
No pintará el crepúsculo, tampoco las estrellas, trazos ligeros la mostrarán en toda su hermosura.
Una nube surcará el universo del molino, un rayo de sol iluminará el cuadro.
Falta algo.
Pierre no puede sumarse a la escena.
Deja que la imaginación vuele tan rápido como sus manos.
Se encuentra abrazándola, protegiéndola del viento que desata su furia.
El vestido de ella pareciera querer salirse del cuerpo hasta mostrar la virginal belleza natural de la mujer que en ese instante acapara sus sueños.
Unos trazos más harán falta para completar el cuadro.
Ruega a Cronos que detenga el tiempo en ese momento sublime, allí la rodea con sus brazos, puede sentir el palpitar del corazón que precede al gozo eterno.
Una lágrima rueda por el rostro del joven pintor, no existe el molino viejo.
Agitado despierta, en unos años el cuadro que soñara con tanto amor será admirado en todo el mundo.
Su Galatea solo ha sido fuente de inspiración, está solo recibiendo los aplausos que genera su obra.

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