No hace mucho dejó su querida Buenos Aires.
El destino tenía para ella reservados otros paisajes, nada de ello pudo desarraigar las viejas costumbres.
Conoció otros mares, el azul del agua los igualaba, naves similares emprendían el desafío, sortear la cresta de la olas, salpicarse de espuma blanca y salada.
Picos montañosos parecidos, más altos o más bajos todos tenían la misma madre.
En sus cúspides la nieve eterna era la reina.
No importaba en que lugar estaba si se trataba de llamar a los recuerdos.
Sentada en la arena los evocaba.
La imaginación la llevaba a todas partes.
Recuerda el segundo vestido largo, lo utilizó para presenciar una gala en el Teatro Colón, allí ofrecería un concierto el más grande.
Amaba al gran Luciano platónicamente, para él se vistió y maquilló.
Cuidó hasta el último detalle, la vestimenta sería importante, nada de joyas, solo una flor prendida a su cabellera, como un manto caería sobre la espalda.
El concierto fue más de lo que esperaba, cantó sin saber hacerlo, todo era magia dentro del teatro.
Afuera un papelito volaba sin alas, preanuncio de una tormenta inesperada.
Las calles se transformaron en un río sediento y malhumorado.
Arrasaba con todo.
Con los zapatos en la mano pudo cruzar la calle, empapada por el agua y las lágrimas llegó a su casa.
En el camino el tráfico era infernal, chicos y grandes se abrazaban a los árboles para no ahogarse.
El episodio de la inundación hizo trizas los vidrios de la casa que sus padres cuidaban, el granizo se convirtió en una pelota destructora, en un segundo los vitreaux que la ornamentaban se hicieron añicos.
El payaso saltarín huyó con el maquillaje lavado, por primera vez no tuvo que pintarse el horror en su cara.
Supo por los medios, tantas veces criticados por decir la verdad, que la fuerza del agua se había llevado muchos sueños.
Los dueños de la casa custodiada por sus papás se quedaron sin nada.
Hoy camina a la vera del desierto, un GPS de última generación la guía para no perderse entre las dunas.
Al llegar enciende el televisor, otra vez la lluvia impiadosa en su querida Reina del Plata se ha llevado el esfuerzo de años.
Tiene muchas preguntas que no tendrán respuesta.
Han pasados ilustres ciudadanos, ostentaron los cargos más altos a los que puede acceder un ser humano.
Nadie ha sostenido sus promesas de entubar un arroyo implacable cuando caen dos gotas de agua.
¿Para qué sirve la tecnología si la voluntad de hacer algo se ha perdido?.
Levantará una copa imaginaria.
Brindará en silencio para que los cambios en alguna ocasión lleguen a su patria lejana.
Por una vez en las burbujas del champagne se dibujarán sus ruegos.
Sabe que es necesario guardar viejas postales para avanzar sin detenerse.
http://www.youtube.com/watch?v=uDo8Iz8LzW4&feature=related
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