Friday, September 12, 2008

EL GALEÓN HUNDIDO




Esperaba en el espigón la hora de sumergirse .
El color del mar en el horizonte se confundía con el cielo, solo los diferenciaba el sol que sonriente obsequiaba el calor de sus rayos dorados.
El tiempo cálido le había permitido utilizar un traje de neoprene corto, esa malla adherida a su piel cautivaba a los hombres que desde la lancha hacían los preparativos del evento.
Todos observaban la esbeltez de la joven, las piernas bronceadas e interminables aparecían desnudas apenas salpicadas por gotitas de sal que dejaban las olas en su interminable danza acariciando la frialdad de las piedras.
En ese instante apareció su compañero de aventuras, asemejando a un Adonis por su innata belleza.
Se colocaron los tanques de oxígeno, controlaron los relojes, todo un mecanismo perfecto para posteriormente emerger de las aguas y contar sus vivencias.
Deberían deslizarse por la cuerda de acero en búsqueda del galeón hundido.
A pocos metros de la superficie el contacto con los cuerpos los hizo vibrar, a través de las antiparras podían sentir el calor de las miradas, chispas imaginarias brotaban de los ojos de ambos.
A medida que descendían la luz del sol se opacaba, un manto de algas, se transformó en cabellera de la muchacha.
En el fondo del mar observaron el viejo galeón.
Fotografiaron los bancos de corales que lo rodeaban, el verde de las plantas submarinas daba el marco perfecto a la escenografía acuática.
Las sirenas callaron sus tristes voces, escondidas detrás del buque sumergido observaban a la pareja, cientos de coloridos peces nadaban muy cerca.
El tomó una estrella de mar para obsequiarle a su compañera colocándola tan cerca del pecho que podía sentir los latidos del corazón un tanto acelerado.
Lentamente le quitó las antiparras, el frío del agua hacía que rodaran las lágrimas.
La proa se conservaba intacta, tomaron muestras para llevar a la superficie, él la rodeó con sus brazos, descolgaron los arneses que los mantenían unidos a la cuerda para emerger.
Las caricias se sucedían, convirtiéndolos en una figura única.
Turbada se entregaba una y otra vez al hombre de sus sueños.
Pequeñas burbujas subían a la superficie del espejo de agua.
Mañana volverán a sumergirse, buscarán el tesoro que reposa en el fondo del mar.
Llegaron al cofre, demoraron en abrirlo, al lograrlo cientos de monedas de oro y piedras preciosas se mostraban ante la vista de los enamorados.
Lo cerraron cuidadosamente, era hora de regresar al espigón.
Mañana volverían a nadar en las profundidades, en ese escenario acuático renovararían el amor naciente.
Mudo testigo del suceso sería el casco oxidado del galeón, esta vez las sirenas cantarían la más bella melodía.

No comments: