Saturday, February 07, 2009

CLARO DE LUNA




Conocía la casa de memoria, sabía en qué lugar estaba cada objeto.
Podía recorrer la mansión en penumbras sin temor a equivocarse.
Junto a su marido habían propiciado la construcción, ningún detalle se les escapaba.
Hasta el jardín fué diseñado por el matrimonio, el objetivo era lograr una sinfonía de colores y aromas.
Años atrás había enviudado, convirtiéndo el cuarto de huéspedes en un museo.
Las paredes empapeladas con las fotos de su marido, en la cómoda el perfume favorito.
Sobre el sillón de terciopelo quedaba la corbata que Él había utilizado en la última recepción.
Parecían dos príncipes salidos de un libro de cuentos.
Ella con el vestido largo que insinuaba con picardía sus curvas armoniosas, Él la acompañaba de riguroso traje negro.
Sonrió al ver el atado de cigarrillos, en su interior el encendedor grabado.
Abrió las ventanas quería alejar las viejas fragancias.
Con los dedos recorría el rostro del hombre que le sonreía desde el portaretrato.
La brisa nocturna acariciaba sus cabellos, en el balcón las flores comenzaban a vestirse de rocío, para caer en cascada recostadas sobre la balaustrada de madera.
Miles de estrellas titilaban en la profundidad del cielo, más arriba un gajo de luna plateada.
Los recuerdos la abrazaron.
Encendió el equipo de música, escucharía el último CD que habían comprado.
Manos imaginarias rodeaban su talle, tibia la respiración en el cuello.
Los labios entreabiertos esperaban un beso que jamás llegaría.
En penumbras danzaba, parecía que flotaba.
A la mañana siguiente la policía encontró sobre el césped recién cortado la forma de un cuerpo.
Los expertos decían que coincidía con el de la moradora de la casa.
Un claro de luna fué mudo testigo de la partida de Mariana.

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