Wednesday, March 30, 2011
HOJAS DE OTOÑO
Eros necesitaba una entrevista urgente con Cronos, quería solicitarle solo unas horas que extendieran el estío para consolidar el amor de una pareja.
Inútil fue contarle la historia de dos enamorados que caminaban por la playa que no se animaban a concretar el amor que había nacido.
Los había visto caminar por la arena, jugar con las olas que morían en la playa.
Dos personajes tímidos que temían tomarse de las manos para iniciar el fuego de un amor eterno.
Apenas los vio compartiendo una copa supo que las almas eran gemelas, la admiración era mutua.
Ella, alta, espigada, dueña de un cuerpo esbelto que hacía volver las miradas para contemplarla en silencio entrecortado por algún suspiro incontenible.
Él tenía un andar armonioso, no era necesario mirar su figura, solo bastaba sumergirse en la mirada transparente copiada del color del océano que ambos amaban para darse cuenta que era un hombre íntegro al que le faltaba su mitad para concretar los sueños.
El dios del amor haría el resto, había logrado acercarlos, que se conocieran, debía detener el tiempo por un breve lapso para que el amor surgiera con ímpetu.
Cronos implacable no escuchó razones.
Sabía que en su poder se encontraban todos los límites de la vida y la muerte.
Decidieron medir fuerzas.
Eros deseaba que el amor abarcara a la pareja para siempre.
Cronos crispado no aceptó el desafío, representaba el tiempo, solo él decidía el transcurrir de las horas.
El otoño comenzaba a desvestir los árboles.
Trémulas las hojas rojizas o doradas se desprendían de las copas formando una colorida alfombra que crujía bajo los pies del caminante.
Ramas desprovistas de vestimenta mostraban sus brazos grises, nudos que se enlazaban, resistiendo una muerta segura.
El sonido de las cierras eléctricas traían temor.
Manos inexpertas los mutilarían, ignorando que en su interior corría la savia que los haría revivir cuando llegara la primavera.
Sin que lo convocaran apareció Eolo, soplaría con fuerza hasta convertir el paisaje en fantasmas.
No tardaría en llegar el abrazo que templara el alma de los enamorados.
Las caricias serían el mejor abrigo.
Nubes inquietas ocultaron el rosado del firmamento.
Preludio de la primera nevada.
Nada asustó a la pareja, en la casa crepitaban los leños encendidos.
El primer beso tenía el mismo color de las chispas que se elevaban sin destino cierto.
Estaban seguros de fusionar los cuerpos hasta transformarlos en una sola figura.
Han pasado varios años.
En el Universo los dioses siguen discutiendo.
Eros sonríe, no se proclama vencedor de esta contienda, solo Cronos sabrá si los enamorados respetarán el juramento de un amor eterno.
http://www.youtube.com/watch?v=BJddiptVH60&feature=related
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