Monday, May 23, 2011

QUIMERAS FERROVIARIAS




Pareciera que la pequeña ciudad duerme.
Casas con techos a dos aguas que permiten que la nieve se deslice suavemente tienen las persianas bajas.
No necesitan pedirle a las autoridades que cuiden las cuatro manzanas que conforman el barrio.
Todos se conocen.
En la última reunión efectuada en la Sociedad de Fomento Nieves del Sur, decidieron recorrer en tren el país.
El objetivo era llevar ayuda a los olvidados que se encuentran a lo largo y ancho de la Patria.
La máquina hacía sonar la bocina para llamar a los rezagados.
La formación estaba compuesta por seis vagones, algunos con coches dormitorios.
El viaje era largo.
Los últimos serían furgones, a medida que avanzaran contendrían la ayuda para llevar al punto más alejados del sitio original.
Desde el inicio del viaje supieron que llegarían al norte abarrotados de ayuda.
Aylén y Nahuel se turnarían con otros pasajeros para clasificar la mercadería.
Por ahora había unas pocas cajas que esperaban se multiplicaran.
En la estación de los sueños sureños, el guarda hizo sonar el silbato.
El viento juguetón de esos parajes tan lejanos parecía que les daba un envión para partir.
Por las ventanillas observaban los paisajes patagónicos, la mayoría desaprovechados, otros ocupados por precio vil por grandes estancias cuyos dueños tenían apellido extranjero.
Todos conocían las historias fantásticas contenidas en casas fastuosas, miles de cabezas de ganado lanar acrecentaban las riquezas de los llegados de otras tierras a los que solo les preocupaba la inversión que podía acrecentar sus fortunas.
La primera parada sería en la estación del Recuerdo, todos colaboraron para concretar la travesía emprendida.
Horas después el paisaje pampeano mostrada la soledad, miles de kilómetros de tierra no cultivada, Pinceladas verdes y amarillas dibujaban los campos que la vista no alcanzaba a medir en su extensión.
En pocas horas llegarían a Buenos Aires, sitio en que cambiarían las máquinas por otras más modernas.
Surgieron los primeros inconvenientes.
Las autoridades de la gran ciudad querían parar el viaje.
Pidieron los permisos conocidos y por conocer.
Todo estaba bien, con el ceño fruncido los dejaron continuar.
Aylén sintió miedo, los sentimientos encontrados no lograban comprender el porqué de tanta burocracia.
El cruce del puente sobre el río Paraná era una experiencia nueva.
La próxima parad sería en la estación Soledad.
Cargaron la ayuda.
También subió una pequeña pasajera, la mirada profunda y aterciopelada no demostraba miedo sino inquietud, no llevaba equipaje.
Abrazada a su muñeca de trapo se sentía importante.
Inevitables los saltos del tren, por esas vías no había pasado la mano del hombre para mantener el trazado férreo.
Los brazos de los ríos tranquilos los saludaban movidos por una brisa suave.
Horas después el guarda les avisaría que llegarían a la última estación.
Igualdad,tal su nombre los esperaba con niños descalzos, hombres y mujeres apenas cubiertos con harapos.
Marianela la niña de este relato entregó su bien más preciado a una niña aborigen.
Es hora de emprender el regreso al sur.
Todo el pasaje aprendió que lo mejor que les pudo pasar fue compartir con los olvidados.
Aylén se refugiará en el calor del hogar.
Muchos viajes se sucederán.
Enviará cientos de correos electrónicos para contar sus vivencias.
Presiente que la mayoría con un simple click morirán en la papelera de reciclaje.
Persistirá en sus intentos, confía en que alguien se sienta humano más allá de los cargos que alimentan egos fatuos y por fin comiencen a ayudar.
En cualquier estación se pueden mostrar rasgos de humanidad.

http://www.youtube.com/watch?v=na8oYEo0-yU&feature=related

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