HIJA DEL VIENTO

Nadie conoce su nombre, no es un detalle importante.
Después de un arduo día de trabajo se entrega al descanso.
Antes dejará el ventanal del dormitorio abierto.
Necesita más que nunca que su hermana la brisa traiga a su espacio todas las fragancias.
Reales o imaginarias acompañan sus noches vacías.
Nunca ha sentido soledad aún cuando nadie esté a su lado.
Vive de los recuerdos que le dan nuevos bríos a su vida.
Con ternura pudo transmitir a quienes repararan en ella los olores de la infancia.
Traviesa desató el moño que sostenía los rizos de una alumna antes de llegar a la escuela.
Divertida se interpuso entre la pareja que fundía cuerpos ardientes y enamorados en la playa desierta.
Para darles intimidad sopló con fuerza para que ellos tuvieran su momento sin testigos.
Reía en cada picardía.
Supo secar las lágrimas que surcaban los rostros solitarios despidiendo a un amigo querido.
Cantando bajito acompañó las noches desveladas de los padres noveles hasta que un niño se dormía en la cuna.
Jugó con gorros y bufandas de quienes disfrutaban la primera nevada.
Graciosa arrancaba las hojas del almanaque.
Los habitantes de la ciudad necesitaban que los árboles se vistieran con hojas verdes y frescas.
Cuidó que las flores conservaran en sus pétalos cada gota de rocío que las engalanaban en el preciso instante que las estrellas encendían el firmamento.
Corrió a las nubes, esas que intentaban opacar los destellos de la luna.
Caminó al lado de los solitarios convirtiéndose en única compañía.
Copió el gorjeo de los pájaros, fue ruiseñor que alegraba las mañanas, luciérnaga inquieta iluminando canteros repletos de flores.
Le preguntó a las glicinas y bunganvilias por qué se abrazaban a la columnas de esa casa semiderruida donde moraba el misterio.
Quiso saber de los colores que ornamentaban cada flor.
Voló desplegando sus alas para llegar a lugares insondables que habitan la mente de los humanos.
Se animó a jugar con la cresta de las olas antes que murieran en la arena.
Comprendió tanto el desprecio como el amor.
Fue testigo de errores y aciertos.
Sopló con fuerza cuando quiso ignorar las palabras hirientes que solo degradan al ser que las pronuncia.
Silenciosa calmó la bravura del océano, sabía que en la playa esperaban los familiares de los pescadores.
Cuando nació supo que su vida sería eterna.
Hoy necesita descansar, cerrar los ojos para no ver las injusticias,.
Descansar esperando temporadas menos adversas.
Desnuda ante un ser superior descansa en una cama.
Un manto protector cubre su esencia.
Duendes, hadas y ángeles velarán un sueño tranquilo.
Sabe que despertará con el canto melodioso de aves de mil colores.
Cientos de delfines bailarán para ella.
Revivirá con la llegada de la primavera, esa que sabrá llegar a los corazones de cada ser que proyecta sueños y utopías.



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