Wednesday, February 02, 2011

EL PODER DEL FUEGO




Hace unos cuantos años Ismael Artigas fue elegido intendente de una pequeña ciudad.
Hombre de pocos escrúpulos no le interesaba el crecimiento de la ciudad sino los beneficios que podía obtener al ocupar tan alto cargo
Conformó el gabinete con los vecinos más conocidos de la zona, la única condición exigida es que apoyaran sus mesiánicas obras.
Isabel la mujer con la que se había casado hacía más de dos décadas, conservaba intacta su belleza, sus modales delicados conseguidos a través de estudios cursados en el exterior, abrirían la puerta a nuevas inversiones.
No tuvieron descendencia.
Ambos sentían una mezcla de odio, amor, acostumbramiento y conveniencia.
Eran respetados por todos los habitantes, la hermosura de la mujer se amalgamaba perfectamente a un hombre poseedor de una soberbia sin límites.
Ante la sociedad conformaban un matrimonio perfecto, casi para imitar, de no ser que se conocieran detalles de la vida privada que a veces no podían ocultar.
Ismael siempre había amado a la hermana de su esposa, residente en un pueblo cercano.
Estela calmaba con su amor las noches de soledad del intendente.
Concibieron un niño, las apariencias obligaban ocultar al menor.
Ismael quería llegar lejos, observando los planos de la ciudad descubrió que había una manzana cuyos dueños habían desaparecido en un incendio sin dejar herederos.
Allí en se lugar arbolado construiría el mejor barrio privado que se conocería en la comarca.
A la inauguración asistieron empresarios de la zona apellidos influyentes en la comunidad.
Una fiesta que quedaría grabada en el futuro.
Arquitectos e ingenieros parcelaron el lugar.
Barrio privado de casas bajas y lujosas.
El intendente reservó dos parcelas, en una construiría su mansión, la que habitaría cuando dejara la función pública.
En la otra se construiría un hospital de última generación.
Ismael fue reelecto varias veces, acumulaba dinero y poder.
Los años no pasaban en vano, el intendente anunciaría en la inauguración del centro de salud, que se alejaba del poder, necesitaba tranquilidad para transitar los últimos años de su agitada vida.
Ese día varios ciudadanos se presentaron al evento.
En el instante que su hijo no reconocido era nombrado director del nosocomio, los vecinos que habían esperado durante años que se cumplieran promesas de agua potable en el sitio, encendieron antorchas.
El fuego se diseminó con rapidez.
Ismael murió en el palco.
Isabel era una tea encendida, Luís el cirujano plástico la asistió en el hospital que curiosamente no había sido tomado por las llamas.
La mujer pasaría por varias operaciones, no le importaban las quemaduras del cuerpo, su única ilusión era poder volver a mirarse en un espejo.
La relación médico paciente se transformó en amistad.
La convalecencia les permitió conocerse, el médico le contó sus orígenes, le habló de su madre fallecida en un incendio que la justicia nunca había aclarado.
Isabel es una anciana.
Pasea por los jardines del nosocomio.
Lee y pinta bajo un árbol de cerezos.
Acompaña a su doctor en las horas libres, jamás quiso regresar a su hogar, donó todos los bienes que poseía para agrandar la institución, la más conocida de toda la provincia.
Las sucesivas cirugías lograron devolverle la belleza de antaño, nunca más pudo sonreír.

http://www.youtube.com/watch?v=uUir35l5y8U

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