Monday, February 21, 2011

SEMBLANZA DEL RESENTIMIENTO




Celeste desea detener el tiempo,
Como finos tatuajes incoloros, las arrugas propias de la edad comienzan a surcar su rostro.
Aún mantiene el cuerpo esbelto, ni un solo día de su existencia deja de acudir al gimnasio, los fines de semana corre por los espacios verdes de la ciudad hasta que queda exhausta.
La mala alimentación para mantener la figura la transformó en un ser de carácter irritable, todo le molesta, la risa de un niño para ella es un incordio difícil de soportar.
Jamás asumirá que ella misma edificó su propia soledad.
No admite que nadie piense diferente, ella sustentó el mundo en mentiras que repite hasta el hartazgo.
No entiende que el mundo no está en contra de ella, no permite que nadie pueda integrarse a su vida vacía.
Lectora insaciable los libros son su única compañía, tiene bien ganado el mote de biblioteca ambulante.
Fue la primera que tuvo acceso a las tecnologías, la acritud de sus pensamientos la llevaron no a conocer el camino del bien sino a utilizarlas en desmedro de cualquier persona que mostrara rasgos de humanidad.
Domingo en Buenos Aires.
Durante la madrugada la lluvia hizo estragos, apenas pudo tomar lo indispensable para refugiarse en el piso superior de la mansión que habita junto a su anciana madre.
Encerrada en la habitación se niega a abrir la puerta, busca el celular, necesita hablar con Gustavo, quiere verlo enseguida.
El hombre no acepta presiones, trata de hacerle comprender que está al sur de la Provincia de Buenos Aires, no viajará, menos aceptará la extorsión de esa mujer que hoy le resulta una desconocida.
Compartieron la adolescencia, los juegos en la costa.
Acercarse a la playa para disfrutar un día de sol.
Intenta explicarle que él ha formado una linda familia, nunca dejaría a su esposa por un amor que no fue.
Le pide que guarde los recuerdos, sabe que siempre ha sido sincero, jamás le insinuó nada.
Solo es una amiga que hoy preferiría no haberla encontrado en el camino de la vida.
Le ruega no lo busque, ama a su esposa y la familia que conformaron basada en el amor.
Es inútil que le comente que un hombre libre estaría dispuesto a acompañarla.
Celeste es caprichosa, no puede evaluar más allá de los acontecimientos.
Gustavo implacable da por finalizada la conversación.
La madre golpea la puerta de la habitación, la fuerza del agua ha inundado la planta baja, necesita ayuda para salvar los documentos que estaban en la biblioteca.
Roja de ira no entiende nada, ningún argumento la hará cambiar de actitud.
Sobre el agua marrón que trajo la inundación flotan las cartas de amor y amistad.
Las aguas seguramente bajarán.
Se llevaron la vida del ser que la trajo al mundo.
Nada le importa.
El egoísmo de una mujer sin edad malogró un futuro tranquilo, sin cadenas que la ataran al pasado.
Celeste no ha cambiado, está internada en un instituto de salud mental.
Los pocos momentos en que la acompaña la lucidez los utiliza para dañar.

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