Friday, April 29, 2011
AMIGO FIEL
Han pasado diez años.
Está aturdido, la terminal de ómnibus fue cambiada de lugar, igual que sus recuerdos.
Deberá caminar unas cuadras más para encontrarse con el paisaje que tanto extrañó durante la época que se vio obligado a huir.
Jamás olvidará el último día de trabajo.
Cubría el trayecto hasta el banco caminando, gozaba observando su barrio.
Casas inmaculadamente blancas, la mayoría con techos de teja rojas, con la inclinación suficiente para que en invierno la nieve se deslizara cómoda hasta formar un manto cubriendo las calles.
Pensaba que si un pintor se hubiera detenido a reflejar en la tela aquello que el disfrutaba todos los días, hubiera pintado el más bello cuadro.
El fondo de todas las viviendas lindaba con el lago, a veces quieto, otras ofreciendo su danza para mojar la falda del glaciar, un poco más atrás los cerros, cúspides que conservaban el hielo eterno.
Cada día el paisaje se mostraba diferente.
Antes de llegar a la entidad bancaria, oculto en el bosquecillo estaba el auto del tesorero.
¿Qué hacía tan temprano?
¿Por qué estaba escondido?
Sintió que el corazón le daba un vuelco, casi sin aliento le ordenó a su perro collie que regresara a la casa, lejos de obedecerlo el perro se quedó sentado en la vereda mientras su dueño apresuraba la marcha.
La empleada de limpieza le sacaba lustre a las cerraduras de bronce, allí morían los destellos del sol.
El guardia lo saludó con respeto y cariño, al franquearle la entrada le comentó que era el primero en arribar.
Otra vez la angustia apresaba su alma, estaba seguro que el auto que había visto correspondía al tesorero.
Permaneció en silencio.
Tal vez un sorbo de café podría traer calma a sus pensamientos.
Ocupó el lugar en la caja que tenía asignada, allí escuchaba las historias de los abuelos que concurrían a cobrar sus beneficios.
Amelia lo notó distinto, para tranquilizarla le comentó que no había tenido un sueño sereno.
La despidió con la mueca de una sonrisa.
Era respetado por sus compañeros y por los clientes, todos conocían al hombre de mirada honesta.
Rogaba que la jornada concluyera, no podía controlar la angustia que lo estaba poseyendo.
Terminado el arqueo de las cajas, se presentaron varios oficiales, habían denunciado el robo al tesoro.
Cuando el banco cerrara sus puertas todos debían prestar declaración.
Las autoridades determinaron que el cajero debía presentarse en la mañana.
Esa noche no pudo conciliar el sueño.
Se presentó como un buen ciudadano a prestar declaración.
Respondió un largo interrogatorio, dijo todo lo que había visto el día anterior.
Se retiró más angustiado que nunca.
Omar el oficial de guardia lo llamó a medianoche, le comentó que creían en sus palabras, no obstante jamás imputarían el robo a quien colaboraba con la fuerza.
Jamás toleraría que lo apresaran por un delito no cometido, decidió huir hasta que el episodio se aclarara.
Abrazó a su perro, en este viaje no podía llevarlo.
La lancha de Juan lo depositaría en un refugio en la montaña.
Aprendió a convivir con la naturaleza, pasó frío y hambre.
Ayer después de un juicio oral extenso condenaron al tesorero.
Era el momento de regresar a reunirse con su fiel compañero.
Lo encontró en el mismo lugar en que se habían despedido el día del desfalco, el largo pelaje no podía ocultar las costillas de su mascota.
Nunca se había sentido tan desprotegido, culpable por haber tenido la necesidad de irse hasta que se demostrara su inocencia.
El perro de esta historia realizó el último trecho en brazos de su dueño.
Aún cuando parezca increíble ambos lloraron, el momento de la despedida definitiva había llegado.
http://www.youtube.com/watch?v=wb9wUtAJ5es
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