Friday, December 22, 2006

SEGUN PASAN LOS AÑOS

Danielle era la primera bailarina del famoso Moulin Rouge.Recordaba sus inicios en Ankara, hija única de una familia muy rica había estudiado danzas desde pequeña.
Su belleza no podía describirse con palabras era una niña hermosa con ojos color esmeralda que había heredado de su madre eslava, el cabello renegrido era un manto que cubría su espalda.
Su padre un militar estricto fue traslado a Francia cuando la niña pasó la adolescencia.Como era lógico en esa época la educaron como a una doncella, sus manos parecían pájaros que sobrevolaban los teclados del piano.
Conocía a la perfección varios idiomas, por sus venas corría la sangre de los artistas.
En un fiesta conoció a Gastón, un hombre apuesto que tenía sus cabellos teñidos de plata, con él conoció el néctar del primer beso.
Trémula una noche parisina no solo entregó a ese hombre su cuerpo sino también su alma.
Danielle tenía condiciones y Gastón sabía como hacer para que ella se destacara.
Fueron días y noches de ensayos que la llevaron a ser la primera bailarina del famoso teatro del molino rojo.Su padre no sabía que su hija era una excelente bailarina, en su ámbito no estaba bien visto.
Llegó la noche de sus sueños, las luces de neón se confundían con el fulgor de las estrellas, el destello de la luna iluminaba su nombre en la marquesina.
Todo era perfecto la joven estaba vestida con una malla roja y una pollera con volados que dejaban ver sus piernas torneadas por un escultor.
La luz del teatro se volvió tenue preanuncia el espectáculo que se verá en el escenario.
Son doce chicas que se toman de la cintura, sus piernas dibujan en el aire mágicas piruetas, el ruído de la música se confunde con los aplausos.
Nadie ve que detrás del telón un hombre de gesto adusto observa la danza, no puede creer que ese ángel que baila sea su hija.
Rápidamente desenfunda su pistola un disparo certero quiebra la espalda de su hija, es preferible la quietud a esa danza que él no comprende.
Han pasado cincuenta años, una anciana con altivez transita los pasillos del teatro ayudada por una silla de ruedas, conserva la belleza que traen los años, se acomoda en la primera fila, lágrimas como gotas de rocío cubren su rostro, hebras de plata adornan su cabellera, recuerda su vida de halagos, el infortunio se despeja, hoy María su nieta es la primera estrella.

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