AMORES DIFERENTES, AMORES ETERNOS

Sonríe al mirar el interior de la camioneta, Griselda una vez más ha colocado desodorante para autos.
Esta vez eligió una fragancia sensual, vainillas suaves mezcladas con almendras y un toque de madera para que el aroma no sea tan dulzón.
Maneja tranquilo.
El atardecer ha pintado el firmamento con colores púrpuras y rosado, los últimos rayos del sol permiten que ingrese un tenue matiz naranja.
Una nube traviesa aporta el color gris que sobredimensiona la belleza del paisaje.
Sortea los conos indicadores que por allí ha pasado la cuadrilla que ha tapado los baches.
Saluda con la mano en alto a quienes están pintando las últimas líneas amarillas.
Siempre se había preguntado por qué estaban tan bien delineadas, trazos rectos como si la mano del operario la hubiera guiado un pintor.
Hoy descubrió cómo lo hacen.
Conoce el camino como si fuera la palma de su mano.
Cuarenta kilómetros lo separan de su casa.
Camino que recorre día a día, deseando llegar al hogar, allí lo aguarda el amor de su mujer.
Labios pintados para dar el beso con sabor a néctar que lo lleva a olvidar las desventuras que a veces ocurren en el ámbito laboral.
Griselda es pasión y quietud.
Ama a esa mujer como jamás quiso a nadie, es perfecta en la sencillez, adora la mirada de su esposa, un remanso que le permite sumergirse para soñar.
La cinta asfáltica es un camino acerado que conduce a la paz.
No debe contrariar a la muchacha que le robó el corazón para siempre.
En la próxima curva hay un pequeño bosque de alerces, allí detendrá la marcha para carga la pipa y fumar.
Pequeños mirlos acompañan a sus padres, están construyendo nidos fortificados para esperar la primera nevada.
Soledad sin testigos.
La brisa se convierte en viento propiciando la desnudez de las especies, se vestirán en la próxima temporada.
Busca la campera, los primeros fríos se hacen notar, controla que el celular esté encendido.
Estira las piernas.
Mientras carga la pipa escucha un gemido, proviene del interior del bosquecillo.
Con precaución se acerca al lugar.
Debajo de los árboles, tendido en la gramilla que las últimas lluvias dejaron crecer, encuentra a un hombre golpeado, no puede definir sus rasgos, la barbarie ha dejado marcas en el rostro.
Arrodillado lo contiene, lo abriga, la ambulancia no tardará en llegar.
El joven llora, no solo tiene dolor en el cuerpo, también en el alma.
Llama a Griselda, brevemente le contará los detalles del episodio que le toca vivir.
La nobleza dirá que tiene obligación de acompañar al muchacho hasta que reciba las primeras atenciones.
Seguirá la ambulancia.
Los médicos han logrado que vuelva a la vida.
En la habitación le contará su historia, no tiene familia, solo pide que llamen a Darío, es la pareja del chico internado.
Noche oscura.
Luna ausente, no hay destellos plateados.
Repiquetea en los oídos del conductor una historia de amor.
Darío abraza el cuerpo de Gabriel.
Afortunadamente esta historia concluirá de la mejor manera.
Griselda sostiene a su amor, comprende que esos jóvenes deben vivir más allá de las diferencias insensatas que establecen otros hombres que se permiten juzgar sin razón.
En esta ocasión las montañas no guardarán ningún secreto.
Ellos como vos y yo merecen disfrutar los sentimientos que brotan en la piel.

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