Monday, April 04, 2011

BORDADORA DE ILUSIONES






El tiempo implacable trajo de su mano la soledad no deseada.
Como todas las mañanas la asistente le trae el desayuno, descorre los cortinados, abre apenas una hoja de la ventana para que el aire puro sea acompañante de la anciana.
Un ruiseñor le canta a las flores, los trinos melodiosos logran que se caigan las gotas de rocío que la noche ha depositado en los pétalos, los primeros rayos de sol aumentarán la exquisita fragancia que inunda la habitación.
La enfermera tiene dispuesto el baño, disfruta las caricias del agua, sabe que vendrán los masajes que le permiten caminar apoyada en un bastón de fina madera negra, en la empuñadura tiene grabados las iniciales de los nombres de sus hijos, la del único hombre que amó en la vida y que el destino quiso que partiera antes que ella, tranquila sostuvo las manos de su amado hasta que comenzó a subir los peldaños de cristal de la escalera que lleva a los cielos.
Le pidió que la esperara juntos recorrerían otros caminos de vidas que solo se encuentra en lo alto, allí donde la eternidad le ganó para siempre una carrera al tiempo.
Busca los hilos para continuar la confección de la mantilla que utilizará su nieta el día del casamiento.
En otro cajón encuentra el álbum de fotos.
Las manos temblorosas no pueden llevar toda la carga, le acercarán las fotografías cuando esté sentada debajo del árbol de almendros en el parque posterior de la casa.
El manto está casi listo, solo faltan las terminaciones, lo extiende al trasluz para ver una vez más la delicadeza del bordado, cisnes de cuello esbelto configuran la mantilla, los ha ubicado de manera tal que se luzcan las flores de azahar que ha tejido delicadamente como si fueran ilusiones, las mismas que desea para su nieta más pequeña.
En un rato más terminará de tejer las últimas ondas de la singular mantilla.
Finalizada la tarea dobla con cuidado el manto, estará contenido en una caja hasta el momento de utilizarlo, blanco prístino que se asemeja a la nieve que corona los cerros.
Falta para el almuerzo.
Toma el álbum.
Sonríe al ver la primera foto color sepia.
Recuerda como si fuera hoy el primer día de clases.
El guardapolvo inmaculadamente blanco, tablitas almidonadas, en el pecho bordado su nombre.
Moños cual mariposas sostenían los rulos que alguna vez habían sido dorados como las mieces de trigo.
Ojitos brillosos despedían a la madre con la promesa de no llorar.
Francisco se acerca para ayudarla con el portafolio, en el que cargaba un cuaderno y lápices de colores.
Sabio el destino los ubicó en el tercer banco.
A partir de ese instante jamás se separarían.
La amistad se convirtió en un amor profundo.
En la escuela secundaria concretaron el noviazgo.
Formalizaron el compromiso en la fiesta de quince años.
Ella era una mujer hermosa, él un joven estudioso que se destacaba por la inteligencia.
Las primeras fotografías en color los mostraban en la montaña, recién casados, habían elegido un paisaje soñado, donde el mar y las montañas convivían en armonía.
Allí construirían un futuro compartido.
Empresario exitoso convenció a su mujer para que no trabajara, no hacía falta.
El tiempo trajo hijos, más tarde llegarían los nietos que alegrarían con sus juegos la casa.
Las manos acariciaban las fotos.
La brisa otoñal comenzaba a desvestir el añoso almendro, suavemente las hojas doradas se depositaban crujientes en su falda.
Sintió frío, abrazó con las fuerzas que le quedaban el álbum de fotos.
Una leve sonrisa se dibujó en el rostro de la anciana, sabía que había llegado el momento de reunirse con el hombre que más había amado en la vida.

http://www.youtube.com/watch?v=vl6h7UWo1_Q&feature=related

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