LA PRIMERA NEVADA

Cronos desea hacer un regalo anticipado a los habitantes de cierto lugar del planeta.
Debe pedir ayuda a su madre Gea y a su padre Urano Dios de los cielos.
Sonríe el imaginar que sus papás al entendimiento de los terrenos están distantes.
Nada más lejos de ello.
En un punto que pocos perciben o adivinan en la línea que suponemos termina el horizonte, allí en ese preciso lugar sus progenitores se encuentran.
Gea y Urano se conocieron hace tanto tiempo que a Cronos le resulta difícil medirlo.
De ellos aprendió mucho sobre todo a amar sin límites, no sabía en ese entonces que uno de sus hijos lo traicionaría en el futuro.
Cronos ha tratado de olvidar la tragedia, algo que no ha logrado pues su destino es eterno.
Ha regalado al sitio de referencia de este cuento días primaverales.
Gozaba al ver a sus habitantes despojados de vestimentas para contrarrestar el frío.
Logró que en cada casa florecieran los pensamientos, no solo las flores sino aquellos que alegran la mente.
Sonrió ante el estallido de color de los ciclamen, hasta un tímido geranio regaló flores coloradas, le divertía que se mecieran con la brisa, adivinaba que hacían equilibrio en la ventana de una casa con techos de tejas rojas salido de un cuento
Gea lo ayudaría poblando a Urano de nubes andariegas, blancas que mutarán al gris acero para contener la primera nevada.
Previamente hablará con su hijo Poseidón le pide calma, no quiere que el festejo se convierta en una tragedia.
Los habitantes de la ciudad encantada anticipan la celebración.
Ataviados con guantes, gorros y bufandas esperarán a quienes bajen del Cerro Blanco portando las tradicionales antorchas.
Fuego y diversión para darle la bienvenida a la dama de blanco que cubre con su manto la cúspide de los cerros.
En una esquina cerca de la bahía un pequeño sin nombre o con el nombre de muchos, está solo.
Las manitos congeladas logran armar un muñeco en la nieve.
¿Cómo puede ser que un nene tan chico esté en la soledad más absoluta?
Ese niño no conoce nada de mitología, le gustaría sumarse a las celebraciones.
Tiene los labios morados por el frío, no puede pronunciar una sola palabra.
Ella sale de la abrigada cabaña, los leños crepitan en el hogar de piedra.
Se acerca al chiquito, lo abraza para atemperar el frío.
En el interior de la casa todos lo agasajan, será la primera vez que el muchachito espere la primera nevada en familia.

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