LA PROFESORA DE HISTORIA

Sofía es una bella mujer, no podría definirse su edad.
Los rasgos del rostro alcanzaron la perfección parecieran que fueron cincelados por un escultor en el instante de mayor inspiración.
Mirada azabache igual que el ensortijado cabello contrastan con su piel blanca.
Figura de diosa pagana, insinuante, la que ocultaba enfundada en vestimenta formal.
Al terminar los estudios secundarios quiso independizarse, quería ser una más entre sus compañeros de estudio.
Comenzó alquilando una habitación en una pensión cercana a la universidad.
Consiguió un trabajo estable, podía coordinar los horarios de la facultad con la jornada laboral.
Necesitaba su propio espacio, con los ahorros acumulados y la ayuda de los padres accedió al primer departamento.
Obtuvo la licenciatura en historia con notas sobresalientes.
Se presentaba a todos los concursos para cubrir vacantes.
En poco tiempo sería reconocida por sus conocimientos y la forma que utilizaba para lograr que la materia que dictaba fuera atractiva para los adolescentes.
El secreto era teatralizar episodios de la historia donde todos participaban.
En varias oportunidades fue convocada por el gobierno, sabían de su destreza para mostrar la historia reciente o pasada.
Libre no aceptaría ningún contrato que la ligara al estado.
Domingo soleado en Buenos Aires.
Leyó los diarios mientras desayunaba, pese a la hora el tráfico era intenso, por la ventana observaba a jóvenes que apenas podían sostenerse, producto de noches en la que los excesos no eran ajenos.
Necesitaba alejarse del ruido, un aviso en el periódico sería la llave que abriría otros senderos.
En una ciudad alejada solicitaban una profesora de historia, no dudó en enviar los antecedentes.
En quince días estaría en un nuevo destino.
Ocupaba una cabaña cercana un lago de aguas límpidas, en la orilla los cisnes de cuello negro nadaban placidamente.
Un camino de flores silvestres la acompañaba cada mañana.
Se acercaba la celebración del Bicentenario.
El teléfono no dejaba de sonar.
Funcionarios de la cultura querían contratarla para que dirigiera un fragmento de las celebraciones, la suma que le ofrecían era más que atrayente, fiel a sus principios desestimó la oferta.
Durante varios días preparó el festejo que se llevaría a cabo en la ciudad que la había adoptado.
Sus veinte alumnos participarían de un pasaje de la Edad Media.
Con la ayuda de los padres construyeron las escenografías.
Frentes palaciegos, iluminados como si fueran reales.
El pueblo representado por los jóvenes reclamando cambios.
Choque de culturas y sentimientos.
Reyes sin corona, gallardos caballeros, mercaderes de otros pueblos ofreciendo ilusiones, guerreros dispuestos a defender sus espacios.
Todos encarnaban la metáfora de la vida espiritual como si se tratara de un viaje hacia el medioevo, donde comenzaban a confluir las transformaciones históricas.
Un aplauso cerrado coronó la actuación impecable de sus chicos.
El canal de televisión local filmó el espectáculo.
Rápidamente las imágenes llegaron a la gran ciudad.
Otra vez la convocatoria de los funcionarios, la oferta primitiva había crecido notoriamente.
Nuevamente la negativa.
Sofía dedicaba los fines de semana a descansar, a planificar su vida privada en compañía del hombre que le había robado el alma.
Trataban de limar las diferencias que siempre surgen en una pareja.
Supo por una alumna que el amor de su vida había dado la dirección de la cabaña a un representante del estado.
No demostró desconfianza, trató de comportarse como siempre pese a que su corazón comenzaba a quebrarse.
Días después recibiría la visita de un emisario, llevaba un cheque en blanco, Sofía debería poner el precio de su trabajo, el hombre le contó que debía regresar con una respuesta positiva.
No entendía la negativa de la profesora, decidió contarle que Pablo había sido el nexo para llegar a ella.
Las lágrimas brotaban sin cesar ante la impotencia.
Pablo no necesitó más que una mirada para abandonar la casa compartida.
No habrá oportunidad para Pablo cuando entienda que la dignidad de una mujer como Sofía no se comercia.

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