SINFONÍA OTOÑAL

Vive en la casa lindante a mi propiedad, casi todas las tardes una asistente la lleva a respirar aire puro.
Suele saludarme con la mano, antes conversábamos mucho, era feliz contándome de su vida de artista, cantante para ser más precisa.
Su voz melodiosa, afinada, fue el pasaporte que le permitió conocer distintos escenarios del mundo.
No ha perdido el caudal, quizás no se escuche como antes, puedo afirmar que los pájaros en silencio detienen su vuelo para oírla.
Conoció el amor sincero, el que se da sin concesiones, también el sentimiento interesado que no puede llamarse como aquel que encendía cada noche de su vida.
Pese a todo prefirió priorizar su carrera, cantar era el sentido de su existencia.
No tenía representante, directamente los conciertos los pactaba ella.
Un jugoso contrato la llevaría a un lugar de ensueño, coincidiría con el cierre de la temporada, después descansaría o viajaría, aún no lo tenía resuelto.
Noche de estío, las estrellas encienden el cielo, tímida la luna regala los primeros destellos.
Sobre las rocas de las Termas de Caracalla otrora baños imperiales fue construido el anfiteatro, solo por él, pasaban los grandes, seres con dones especiales.
La acústica natural haría llegar su voz al último rincón del sitio.
Noche de gala, hombres y mujeres lucían atuendos conforme a la ocasión.
La brisa suave elevaría el canto de la artista hasta lugares inimaginables.
La orquesta brindaba un concierto de música instrumental, infinitas flores bordeaban el escenario, fragantes parecían danzar al compás de los acordes.
En el camarín ella retocaba el maquillaje, un sobrio vestido largo dejaba adivinar sus formas perfectas, como única joya luciría un anillo fastuoso, el resto era su presencia lánguida e inquietante.
Sonrió frente al espejo, feliz escuchaba los aplausos ansiosos.
El reflector siguió el andar estilizado de la artista, la ovacionaron de pie, agradeció inclinando la cabeza.
Entonó el repertorio por todos conocidos, agregó algunas canciones nuevas, a sus pies se multiplicaban las flores.
En la mitad de la última canción, canción que cerraría una noche mágica sufrió un mareo.
Intentó seguir con el espectáculo, el ulular de las sirenas se mezclaba con la sorpresa de los asistentes.
El diagnóstico fue letal, no se sabría hasta día siguiente cuanto la había dañado el accidente cerebro vascular sufrido.
La recuperación sería larga, el resultado incierto.
Meses después estaría en condiciones de ser trasladada a su patria.
Un enjambre de periodistas y fotógrafos querían tener la primicia de la partida de la estrella.
El operativo de seguridad impidió se tomaran imágenes del ocaso.
Decidió recluirse en la mansión en la que hoy pasa sus días, tiene una leve incapacidad motriz, conserva el caudal de voz intacto.
Para sus seguidores su vida se ha transformado en un misterio, el mito se agiganta a medida que transcurre el tiempo.
La he escuchado cantar, he llorado de emoción, la transparencia de sus cuerdas vocales taladra el alma.
Está sentada bajo un árbol de aromo, repleto de flores amarillas, tiene las piernas cubiertas con una manta, los rayos de sol se filtran entre las ramas otorgándole un halo dorado.
El rostro terso está cubierto de lágrimas, llanto austero, leves gemidos.
Escasos suspiros, puedo presenciar el último que la lleva de la vida terrena.
Tengo la certeza que allá en el cielo será una integrante más de un exquisito coro de ángeles.
Ríos de tinta anunciarán su partida, el mito pasó a ser una magnífica leyenda de amor y melodías.


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