Tuesday, July 10, 2018

EL COLOR DEL INVIERNO






Paisajes solitarios, gélidos por las nevadas que han caído sin cesar.
La vida pareciera haberse extinguido ante tan inanime soledad.
Soledad abrazadora que me acompaña desde que no estás físicamente.
El invierno es acumulador de tristezas alojadas en el alma herida, de una mamá que te extraña de una forma difícil de adjetivar.
No es la estación del año que más te atrae, pese a ello disfrutábamos de las blancas cumbres heladas.
Pensábamos en las cúspides tan cercanas a tu cielo, sitio en el que me fascinaría poder estar.
Juntos como no hace tanto tiempo.
Recuerdo como si pasara en este instante, haber esperado la noche más larga del año en el sur de nuestro país.
Espera ansiosa, con el propósito de ver a los esquiadores deslizarse por las montañas, portando antorchas para iluminar un paisaje majestuoso.
Los más pequeños tratando de imitar a quienes bajaban con la experiencia de años de celebración.
Sentados en sus esquís.
Risas interminables cortando el silencio de la noche.
Los que no se animaban por temor, fabricando muñecos de nieves a los que no les faltaba una bufanda de lana, intentando abrigar el frío de la eternidad.
No me alcanza vivir solo de recuerdos.
Mi anhelo más profundo, ese que nace en el corazón de quien ha perdido lo que más quería, es tenerte un instante para musitarte al oído, cuanto te quiero.
Es horrendo despertar cada mañana llorando por no poder hacer algo tan normal como es, despertarte con un beso.
Sentir el calor de tu rostro pegado al mío.
Acariciarte hasta que el cansancio te hiciera decir “es suficiente mami”.
Escenas entrañables que ansío se repitan pronto.
Necesito como el sediento que requiere agua para saciar su sed, volver a sumergirme en la profundidad de tu bella mirada, iniciando una conversación donde no era necesario el don de la palabra.
Sin consultarme el destino eligió por mí.
En un segundo pensó equivocadamente que te apartaría para siempre de mi lado.
Un siniestro logro a medias.
Es cierto no pude volver a reflejarme en tus ojos.
Las caricias murieron en mis manos.
No pudo cumplir su objetivo final.
Es posible que no sepa que vivís en cada porción de mi ser.
La distancia temporal te convirtió en el dueño de mis pensamientos, de mis sueños.
Cada noche ante de entregarme al descanso, te digo cuanto te quiero.
¿Supe demostrártelo?
Las madres casi siempre creemos que algo quedó pendiente.
Tal vez hubo palabras que no nos dijimos.
No era necesario.
La comunión de nuestros intelectos, sabía exactamente qué pesaba el otro.
En la peor etapa, la de tu enfermedad, callamos todo aquello que nos pudiera hacernos sentir mal.
Ambos compartimos la sensación de desamparo que antecede al final.
Los sentimientos inconmensurables no se gritan, se sienten cuando comienzan a sangrar las almas, ante la inminencia de una despedida que no debió producirse de manera tan temprana.
Hoy, mi realidad, tiene los colores fríos del invierno.
Prístinos blancos que nunca más recuperarán el color de la primavera cuando estalla con sus flores, el gorjeo melodioso de los pájaros de brillante plumaje, regalando sus melodías que alegran el corazón.
Sin tu presencia todo eso ya no existe.
Nada llega a conmoverme como los momentos compartidos.
No fueron pocos y ello posibilita que renazcas cada día como la estrella más grande del universo, intentando que llegue a mí, la tibieza que se añora, de una forma inexplicable, absurda.
Tengo la certeza que mientras te escribo estas letras desordenadas estás aquí.
Leyendo cada relato que te dedico.
Sos el único capaz de alejar mis temores.
Los más sencillos, esos que muchas veces levaron a caerme sin razón que lo justificara, sabiendo que desplegarías tus alas para morigerar los efectos de un golpe no deseado.
Temprano tu prima me acompañó al laboratorio.
Tenía terror de ir sola, aún cuando en el bolsillo de mi campera siempre llevo algo tuyo.
Es una forma no del todo racional de sentirme protegida.
Siempre reconoceré que estás junto a mí para paliar el dolor.
Como una letanía siempre le repito a mi familia chiquita, que no encuentro la palabra que defina la gratitud.
Dar las gracias no alcanza.
Tesoro no quiero que estés triste.
Entiendo que la escritura a veces transmite los estados de ánimo.
Comprenderás que el mío no es óptimo.
Sería una necedad decirte que estoy bien o mal.
Es una contradicción generada en los altibajos que produce la soledad no pensada.
Sabés que escribo tal cual pienso y jamás la alegría regresará a mi ser.
Volveré a ese estadío en el momento que se produzca nuestro reencuentro.
Tesoro, sabes que te amo, por ello en cada relato te ruego que nunca olvides cuanto te quiere tu mamá.


https://www.youtube.com/watch?v=zwFg8I3hp38

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