Wednesday, October 25, 2006

UNA HISTORIA SIN RESPUESTAS

Harald navegaba por las costas de Noruega, curiosamente ese día el mar estaba calmo no así sus sentimientos.
En la costa cuando el sol asomaba medio hundido en el agua, esperaba Jora, esa mujer que durante un tiempo había sido el eje de su vida.
Ella mostraba su sonrisa de perlas a medida que el barco vikingo se acercaba a la costa, el viento jugaba con sus cabellos dorados como las espigas de trigo de su antiguo pueblo.
Por amor había dejado la calidez de su lejana ciudad para entregarse en plenitud a ese vikingo de cabellera y barba de fuego.
No extrañaba el verde de las colinas de su casa a orillas de otro mar, un espacio donde todo era verde, donde el trino de los pájaros la despertaba cada mañana, ese sitio que jugaba con su vestido de hilo blanco igual al hielo que hoy pisaba.
Renunció al perfume de las flores que podían transportarla a visitar otros puertos, cambió ese paisaje de ensueño para viajar al lugar donde las noches se confundían con una tarde iluminada que se resistía a traer la luna y las estrellas.
Su destino tenía escritas unas pocas líneas, ella se ocuparía de rellenar los espacios.
En su corazón palpitaban las promesas de una vida juntos, poblada de proyectos.
Una noche en soledad eligió el nombre de quien sería su primer hijo fruto de un amor sin fronteras de agua.
Harald bajó serio de la embarcación, Jora reía por el encuentro, no hubo abrazos, tampoco la calidez de un beso, solo una mirada gélida y unas pocas palabras.
En un puerto de esos que ofrece la vida él había encontrado a un amor de otros tiempos, eligió vidas pasadas sin saber que esa actitud destrozaría la vida de quien en la costa esperaba acompañada de sus sueños.
La sonrisa se transformó en un mar de lágrimas que serían su compañía más allá del tiempo.
¿Cómo seguir esta historia si terminó antes de ser coronada?.
Pasaron los años y Jora fue un fantasma atado a sus recuerdos, sus cabellos se tiñeron con hebras de plata, sus ojos vacíos estaban secos, entró a su casa en soledad, entornó sus párpados no podía soportar el dolor de la ausencia, la mentira era un estigma que la acompañaba a todas horas, no podía con tanto peso.
Una noche en que la tormenta de nieve arreciaba con fuerza se vistió con una túnica tan gris como su alma y esperó la nada.
La inclemencia del tiempo hizo el resto.
Jora es esa estatua admirada, está en el puerto de Noruega, quienes saben su historia esperan un milagro.

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