Friday, October 30, 2009

FLORES DE LINO




Hace unos meses terminó con una relación, por momentos tortuosa, la mayoría de las veces, encantado podía recorrer el universo con solo tomarle la mano a la mujer de su vida.
Fueron varios años compartidos.
No encuentra motivos valederos que justifiquen el fin de tanto amor.
Temblando se despidieron como grandes amigos, algo difícil dado que los sentimientos habían derribado todas las fronteras imaginables.
La había conocido en el instante que una adolescente pasa a ser una mujer integra.
Decidió esperarla.
Ella necesitaba madurar, conocerse así misma para dar rienda suelta a un amor que jamás conocería de límites.
Sabía que había sido el primer hombre de su vida, al que se entregó con pasión sincera.
Todo era perfecto hasta que aparecieron las inseguridades propias de una jovencita.
Dejó que se tomara su tiempo.
Jamás había llorado por el amor de una mujer, en su vida todo era efímero.
Vivía cada momento como si fuera el último suspiro.
No alcanzaba la separación, en cualquier calle la encontraba.
Optó por mudarse.
La distancia aclararía todo.
Se fue lejos, allí donde nadie lo encontraría.
Comenzó desde muy abajo, vivió en una pensión hasta que pudo comprarse una pequeña casa.
No se sabe a ciencia cierta por qué eligió la casa de las flores de lino.
Tal vez le recordaran el color de los ojos de la mujer que había movilizado y roto sus estructuras.
Trabajaba más horas que las impuestas, no le gustaba estar solo, necesitaba ordenar sus pensamientos.
La vorágine del trabajo lograba que por unos momentos olvidara a esa mujer, su mujer.
Nunca supo el motivo, el jardín era copado por flores del color de los ojos de su amada.
Plantó otras especies en los canteros, las cuidaba, todas morían.
Restó importancia a dichos sucesos, las flores no eran feas.
Muchas noches intentó que el alcohol lograra hacerle olvidar al eje de su existencia.
No podía ahogar los sentimientos en el líquido.
Siguió por un sendero tranquilo, los deportes acuáticos serían parte de sus horas.
La lectura un solaz para su alma inquieta.
Domingo por la tarde.
El sol se esconde para dar paso a la luna, la mejor hora para surfear.
Admirando tan excelso paisaje no nota la presencia de una muchacha atravesando olas, peligrosas para un principiante.
Se había preparado para lo peor, emergiendo de las aguas cual diosa pagana, escucha un grito que asusta a las gaviotas que regresan a sus nidos.
Unas palabras otorgarán sentido a su realidad, salpicada por el agua salada, enfundada en el traje de neoprene ella grita, he vuelto para siempre.


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