Wednesday, October 14, 2009

TEJIENDO SUEÑOS




Mañana repetirían el viaje que hacían cada tres meses.

Durante ese tiempo en la ciudad se transformaban en un ejército que pedía para ayudar a los olvidados.

Adelantaban materias para obtener el permiso para viajar allá donde la tierra vuela hasta convertir el paisaje en fantasmas de diferentes formas uniformados de un color indefinido.

Las bodegas del micro agrandaban sus cuerpos de acero para albergar tanto amor desinteresado.

Buenos Aires quedaba atrás, la velocidad del vehículo convertía a los edificios en pequeños esqueletos de cemento.

La luna brillante iluminaba a ruta.

Una improvisada guitarreada atenuaba la espera.

Café para los chóferes, el viaje era largo.

Nocturno de estrellas encendidas en el cielo oscuro.

Se turnaban para conversar con quien estaba a cargo de llevarlos a un destino seguro, mientras el acompañante dormía.

Campos solitarios, la aridez había transformado un vergel.

Cuánta desidia.

Antes de recorrer los últimos kilómetros cargaron combustible, en la estación de servicio el jabón hacía piruetas pasando de mano en mano.

El último tramo fue pesado, la tierra que el viento levantaba impedía una visión perfecta.

Las ansias por llegar eran muchas, tantas que una tenue llovizna aplacó la danza de la tierra.

Unas cuantas bicicletas se adelantaron al micro, los niños con guardapolvos blancos parecían pájaros deseosos de llegar a la escuela.

Aminoraron la marcha, los chicos debían llegar primero.

Decidieron bajarse y caminar para no alterar el paisaje cotidiano, esperaron en la tranquera.

Los pequeños comenzaban a izar la bandera, las voces se elevaban al firmamento esperando un milagro.

La imágen conmocionaba, niños descalzos honraban la insignia patria.

Muchas lágrimas rodaron mojando la tierra, la misma que caminaban los chicos descalzos, no les importaba que sus pies enlodados fueran poblados por las moscas u otros insectos que vuelan ignorando los sueños.

Si algo no conocían era el miedo que atrapa a los que tienen todo.

A media tarde entre risas y abrazos los paneles solares estaban colocados.

Se reunieron en el patio de tierra seca, festejaron con mate cocido y tortas fritas, prolijas descansaban en una canasta, para ellos era una fiesta.

Cada niño calzó sus zapatillas blancas como las nubes.

Cordones desatados significaban libertad para tomar vuelo.

El sol se escondía detrás de unas ramas secas, había llegado el momento de la despedida.

Abrazos interminables, besos azucarados, manos en alto, sueños de ver nuevamente a los portadores de un poco de alegría.

Falta mucho por hacer en ese lugar alejado de la patria donde viven ciudadanos argentinos.

Abrigamos una utopía, llegar a ese sitio desolado con más ayuda.

Tal vez, vos que estás cómodo en tu casa de material, que vives en una gran ciudad a la que no le falta casi nada, quieras sumarte a esta epopeya.

No tengas miedo, las moscas son inofensivas, abre tu corazón y deja que tus manos ayuden con lo que puedas.


http://www.youtube.com/watch?v=tn43Efqh6XA

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