Friday, January 21, 2011

CUADROS PARLANTES




La secretaría de cultura de la ciudad preparó una muestra de pintura.
Se exhibirían obras de artistas noveles para rendirle un homenaje a Paul Cézanne, en el aniversario ciento setenta y dos de su natalicio.
Pocas veces se organizaba un evento tan importante, los habitantes del pueblo expresaban alegría.
Maricel invitó a su amiga de toda la vida, era una buena ocasión para limar asperezas ocurridas en un pasado reciente.
Las muchachas buscaron los mejores vestidos, por primera vez tendrían la oportunidad de conectarse con vecinos importantes a los que solo veían en las páginas del periódico local o alguna aparición en televisión.
Quedaron en encontrase en el bar literario ubicado en la esquina de la municipalidad a las cinco de la tarde.
Maricel llegó puntualmente enfundada en un trajecito gris, compuesto por saco y pantalón que insinuaba sus delicadas formas, la única nota de color que agregó al atuendo fue un fular de seda en colores pastel, en la solapa un pequeño broche de oro, engarzado con pequeños brillantes que formaban la inicial de su nombre.
Alma, fiel a su costumbre no encontraba qué ponerse, arrojaba sobre la cama vestidos cortos, largos, escotados, cerrados.
Una paleta de colores arrugada esperaba ser devuelta al lugar original.
Faltaba una hora para el encuentro con Maricel.
Las artes no le llamaban la atención, sin embargo estaba dispuesta a recomponer una relación que al principio había sido medianamente buena con su amiga.
Pasada media hora a Maricel le dolía el estómago, el café era el peor veneno.
Decidida y amable tomó el celular, necesitaba recordarle a Alma que el encuentro debió haberse producido antes.
No pudo disimular su enojo al verla.
Alma llevaba un diminuto vestido, negro como las botas con taco aguja que le impedían caminar normalmente, maquillaje al tono y un flequillo que le ocultaba la mitad de la cara.
No era la hora ni el lugar indicado para lucir semejante vestimenta.
Como antes calló, una mueca transformada en sonrisa la recibió.
El salón de la secretaría estaba colmado.
En la pared principal estaban los cuadros del famoso pintor, a los lados los de pintores regionales.
Alma se dedicaba a beber champagne sin importarle demasiado la mirada de los asistentes.
Maricel admiraba las pinturas de Cézanne, formas delicadas eran un deleite para la mirada.
Abstraída en la contemplación de los cuadros el corazón cabalgaba en el pecho de la muchacha.
En ese instante la imagen de “La mujer del piano” ocupaba sus pensamientos.
Reparó en las formas de otro cuadro.
No necesitaba saber que el mismo era de Pérez Celis, cruces, golondrinas, flores de azahar mezcladas en el óleo.
Prevalecían los colores turquesas, azules y violetas.
La serpiente que enlazaba los objetos le preguntó a la pianista ¿Si tuvieras que elegir una imagen para tu cuadro por cuál optarías?
Sin dudarlo la frágil muchacha que acariciaba las teclas le respondió que se inclinaría por la mujer de trajecito gris.
Maricel no entendía por qué los cuadros hablaban entre si.
Inmediatamente llegó la respuesta.
La pianista le comentó: Para ejecutar las obras que tanto te gustan , necesito paz.
Alma es una bella mujer, demasiado complicada para brindarlo.
Maricel no pudo recomponer la relación tortuosa con su amiga de tantos años, compró una reproducción del cuadro.
La colgó en el salón de la casa.
Cuando tiene dudas sobre las relaciones personales que frecuenta, le pregunta.
¿Fracasé?
La respuesta siempre es la misma, los acordes de la música te guiarán por el camino correcto.


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