Tuesday, January 18, 2011

LA CASA DE LOS ESPEJOS




Raquel Ontiveros eligió estar sola.
Muy joven se alejó de su familia que no aceptaba su modo de encarar los acontecimientos cotidianos.
En el jardín de la vieja casa, la abuela enjugaba sus lágrimas con un pañuelo bordado.
Pañuelo que alguna vez había sido blanco, terminado con discreta puntilla de encajes.
Pañuelo que el tiempo había dejado amarillo.
Pañuelo blanco que pese a los lavaos guardaba cada uno de sus sentimientos.
Recuerda como si fuera hoy el nacimiento de la única nieta.
Pedacito de carne rosada y tibia que desde pequeñita mostró el carácter.
La recuerda en ocasión de su bautismo, jamás había visto una niña que llorara tanto cuando por su cabecita rodaba el agua bendita.
Presagio de malestares futuros, de palabras muertas en la garganta para no incordiarla.
Le reclama a su hija que fuera un poco inflexible con su hija, que tratara de moldear el carácter arisco con la ilusión que no sufriera tanto.
Al morir los padres en un accidente aéreo, la pequeña quedó al cuidado de la abuela.
La anciana hacía malabarismos para enviar a la nieta a las mejores escuelas, quizás el contacto con otros niños apaciguara el carácter violento de la pequeña.
Tiempo después aparecería Juan en escena, al verlo el corazón de la dama se estrujó.
En el pueblo chico todos conocían las actividades del hombre.
Desapegado de los libros, ejecutor de las peores maldades.
Su única razón de vida era la fuerza y la extorsión.
La abuela no percibe el plan que llevará a cabo Raquel.
La muerte súbita la encuentra debajo de las plantas de naranjo.
El aroma a azahares, la guiará a subir los últimos peldaños de la escalera que lleva a los cielos.
Raquel nunca amó a Juan.
Manipuladora, lo utilizaba para conseguir aquello que quería.
En el pueblo todos saben que ella quiere irse de la ciudad que la vio nacer, enterrar el pasado que la condena.
Juan por medio de sus contactos le conseguirá otra identidad para que viaje a Francia.
La promesa es reunirse a la brevedad.
Nadine ha pasado todos los controles, pronto comprará una casa en los suburbios de Paris.
Tiene dinero suficiente para construir una doble fachada en la vivienda.
Por fuera será simple, techos bajos, un cuidado jardín.
Jamás el odio que alberga su alma logrará que sienta la fragancia de las flores que aparecen en el estío.
El chansonnier ejecuta una canción vieja, el florista obsequia blancas azucenas.
Nada la conmueve.
Ingresa a la casa de doble fachada.
Frente al espejo de su suite quita los restos de maquillaje.
El grito desgarrador atraviesa el espejo de la habitación.
La imagen duele, la muestra tal cual es, una mujer que ha envidiado lo que otros lograron con esfuerzo.
Una esquirla del espejo atravesará la garganta de la mujer.
Muere la risa.
Los restos del espejo capturan la imagen de una fémina que se olvidó de vivir.



http://www.youtube.com/watch?v=snEBPzmfJ1E&feature=related

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