Wednesday, February 13, 2019

EVOCÁNDOTE




No puedo iniciar este maravilloso contacto, con el saludo de otras mañanas.
¿Por qué?
Hace cuarenta y dos meses comenzábamos a transitar el tortuoso sendero de tu final.
Todos aquellos que leen estos relatos desde tu ausencia, conocen que un día como hoy, en una madrugada gélida y solitaria, ingresaríamos a la primera institución sanitaria.
Pudimos despedirnos antes que la sirena de la ambulancia fuera demasiado ensordecedora.
Los abrazos y besos se multiplicaban también las lágrimas inevitables.
¿Cómo hiciste para transferirme tus fuerzas cuando solo te faltaban quince días para irte quien sabe adonde?
La palidez de tu rostro, los ojitos hundidos, no eran signos de buenos augurios.
Pese a la debilidad, ni dudaste en ofrecerme otro acto de amor y generosidad.
No quisiste salir de ka casa en camilla.
Con la mueca de una sonrisa solicitaste hacerlo en silla de ruedas.
¿El médico habrá aceptado ante la percepción de un horizonte tan oscuro como la noche.
El trayecto lo cubrimos como siempre con nuestras manos enlazadas.
Las tuyas estaban tibias.
¿Por qué al día siguiente de tu partida, en el momento de reconocerte estabas tan frío?
No es una temperatura baja la que toma el cuerpo inerte.
Es más helada que las paredes de un glaciar.
¿Por qué motivo siempre me sorprendés con tu sapiencia?
Mi mundo se hacía añicos, no obstante decidí, no derramar una sola lágrima, delante tuyo.
La incertidumbre y el dolor, ante la presunción de aquello imposible de evitar, propiciaron en el pensamiento una fuerza increíble.
Necesitaba mostrarte que siempre existía una probabilidad.
La encontraríamos juntos.
Mi alma en jirones, encendida, intentaba disimular.
A un ser luminoso como vos no se le puede ocultar la verdad.
Verdad conocida por vos.
¿Hijito qué se siente cuando se sabe que vamos a morir?
¿Existen pequeñas dosis de paz?
¿El camino postrer es la entrega total?
¿Cómo me piden asuma tu muerte?
¿Desconocen que ese duelo nunca se supera?
¿Hasta cuando estaré condenada a contar ausencias?
¿Cuál es el argumento impreciso para retenerme en suelo terrenal?
¿Qué léxico utilizar para hacerles entender que aquí no tengo nada por hacer?
Prefiero retroceder en el tiempo.
Ubicarme en el momento que te acunaba en mis brazos.
Ver tu crecimiento.
Participar de tus juegos.
Soñar juntos cada proyecto.
Ser felices más allá de lo material.
No existe fortuna capaz de comprar vida.
Detenerme en aquellos tiempos compartidos.
No avanzar.
Nunca pensar en el fin.
¿Por qué debo evocarte en lugar de disfrutar de tu presencia?
De mil modos expresé que a esta altura de las circunstancias, contar con tu esencia, no alcanza.
Tesoro, conocés cada no de mis sentimientos.
Sos el dueño de cada segundo de esto que se parece a una vida.
Abrumada, no tengo más alternativas que esperar el reencuentro soñado.
¿Hasta cuándo?
Carezco de esa respuesta, mi cielo.
¿Volveremos a estar juntos alguna vez?
Te pido un poco más de estoicismo.
¡Preciso llegar cuanto antes!
Por favor nunca olvides cuanto te quiere tu mamá.


https://www.youtube.com/watch?v=owP-a5TeFkw

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