Wednesday, January 17, 2007

LOS PENSAMIENTOS

Remando durante varios días llegué al fondo de los pensamientos.
Descubrí en ese lugar que las flores crecían a mi antojo, podía hacerlas crecer del color que agradara a quien las mirara, unas veces sus pétalos vestían de terciopelo y otras parecían láminas ocres o doradas.
Tenía el poder de hacer brillar las estrellas en el firmamento o hacer que la luna se apagara y dejara de iluminar con su media cara.
Jugaba con las tormentas, me trepaba a una nube y con un lápiz mágico en el cielo dibujaba relámpagos violetas que lo surcaran.
Con un alfiler de oro horadaba una nube y me divertía viendo como las gotas se estrellaban sobre la superficie.
Con la misma cerraba la herida abierta y soplando un poco se disipaban, me colgaba de un rayo de sol para que mi vestimenta mutara .
Podía hamacarme en las hojas de un árbol que con su sombra esperaban al viajero.Mis amigos los pájaros me enseñaron a cantar como ellos.
Aprendí a volar sobre la espuma del mar, aunque a veces mis plumitas se mojaban.
Temblando regresaba a la playa, inquieto intervenía cuando encontraba en las arenas blancas la conversación de dos seres que se aman, interrumpía sus besos, en mi pico llevaba los frutos del agua.
Mi vida era plena, calmaba mi sed bebiendo las gotas de rocío que vestían las flores.
El destino me regalaba paisajes y sueños, sin embargo algo me faltaba.
Mi plumaje había cambiado, el blanco se había transformado en gris, idéntico a los cabellos que cubren la cabeza de los sabios, aún así con el paso del tiempo con mis gorjeos más roncos, nunca pude transmitir lo que ansiaba.
Vivía en un mundo de utopías y era feliz, pese a que a veces chocaba con la falta de entendimiento.
Viajé mucho, pude ver todo, guerras, niños desamparados, odio, amor.
Quería transformar esos episodios para que todos fueran felices, allí me di cuenta que solo no podía, necesitábamos ser una bandada y mi soledad no alcanzaba, tampoco las intenciones que bregaban por salir de mi pequeño espíritu.
Desplegaba mis alas, así nos comunicamos los pájaros, no escuchaba trinos que me acompañaran.
Entonces decidí volver a mi nido y esperar un milagro, sabía que en algún momento surgiría el entendimiento y si alguna vez me otorgaban el don de la palabra solo dejaría la más universal de todas, amor, para transitar la vida sin desventajas.

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