Saturday, January 13, 2007

UNA CASA DIFERENTE

Remando durante unos días llegamos a la otra orilla.
Allí se levantaba la casa que le habían obsequiado a Marcia y a su marido con motivo de su casamiento.
Clavaron los remos en la arena Ezequiel bajó primero para amarrar la lancha.
El día era radiante el sol cubría casi todo con sus rayos de vida, una suave brisa jugaba con los rizos de Marcia.
Comenzaron a caminar hacia la casa, a medida que se acercaban la brisa se transformó en viento, logró que el cielo se vistiera de negro y comenzaran a caer las primeras gotas, que se estrellaban en la arena.
Como un gigante con su boca abierta la casa de piedra los esperaba, en ese momento se abrazaron para disipar el miedo.
Un relámpago cruzó el cielo el ruido de los truenos parecía el grito ahogado de alguien que pide auxilio.
La lluvia arreciaba con fuerza, las hojas de los árboles silbaban una canción extraña, el vendaval desnudó las plantas, en el jardín misteriosamente solo quedó de pié una rosa blanca.
Sin saberlo decidieron cortarla y entrar a la vivienda.
Era un lugar lúgubre pero conservaba su belleza, las paredes vestían tapices que hacían juego con los vitraux que adornaban el techo, figuras de pájaros con las alas desplegadas infundieron a la pareja un poco de paz, querían recorrer su casa, la escalera de madera crujía bajo sus pies descalzos, llegaron a la habitación principal que estaba decorada con un estilo despojado pero que a la vez encerraba belleza.
Descorrieron las pesadas cortinas para observar la bravura de las olas que chocaban con los laterales de la vivienda, cada vez con más fuerza la espuma de las olas avivadas por el viento traía sal y arena.
Quitaron sus ropas mojadas, confundieron sus cuerpos en un abrazo, cuando sus siluetas fueron una sola, ocurrió algo inesperado, el viento no se escuchaba, la luna despertaba en el firmamento, miles de luciérnagas comenzaron a titilar en el cielo.
Al despertar el paisaje había cambiado, el mar parecía un espejo de agua quieto, su color azul era idéntico a los ojos de Marcia, extrañamente el jardín se había poblado de flores, el trino de los pájaros era una dulce melodía,la casa de piedra ahora era blanca.
La fuerza del amor propició el cambio, de ahora en más sería el hábitat de dos seres que siempre se amarán más allá del rugido de la tormenta, ese amor que no conoce de espacios ni tiempo

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