Tuesday, May 06, 2008

ÉBANO Y MARFIL

La foto estaba enmarcada en madera de ébano, pequeñas incrustaciones de marfil lo adornaban.
Desde el papel ella lo miraba lánguidamente como tantas otras veces cuando se entregaban al amor, sus labios delineados incitaban a besarlos hasta el cansancio.
Se sumergía en esa boca para beber el néctar del amor.
Ha pasado la vida recordándola, se preguntó por qué había guardado ese retrato, el viaje ha sido largo, los años se han acumulado, sin embargo el corazón hoy cansado rejuvenece al observarla.
Compartieron sus destinos varios años, no les importaba la diferencia de edad, ella podría haber sido su hija, fué la mujer que más amó.
Enciende un cigarrillo, sostiene el retrato en sus manos, cierra los ojos,la vida pasa como una película, aún puede sentir la respiración tibia de su mujer en el cuello, escuchar sus carcajadas cristalinas.
Se habían casado en la capilla del pequeño pueblo, nervioso la esperaba en el altar, ornamentado para la ocasión con flores blancas, entre los ramos una rosa roja, como la pasión que los envolvía.
Cintas de suaves colores sujetaban los ramilletes dispuestos en los bancos de la iglesia.
Los coreutas cantaban esperando el arribo de la bella mujer.
Los monaguillos abrieron las pesadas puertas de madera, etérea avanzaba ella, el vestido largo insinuaba la esbeltez de quien en minutos sería su esposa, no dejaron de mirarse un solo instante mientras duró la ceremonia.
El sacerdote les hablaba del amor, el compromiso que deberían asumir para siempre.
Sellaron la pasión con un dulce beso.
Inauguraron la casa luego de un breve viaje, era confortable, orientada a lago de aguas azules.
En poco tiempo ella le anunció que serían padres, la noticia llegó acompañada por lágrimas de emoción.
Nueve lunas tendrían que esperar para la llegada del esperado bebé.
Ese día ella se había levantado más hermosa que nunca, la mirada tenía un brillo diferente, se sentían plenos en pocas horas nacería su hijo.
Camino al hospital bromeaban con los nombres del pequeño ser que alegraría cada momento de sus vidas.
El la asistió en todos los momentos, notó la preocupación de los médicos, no pudo presenciar el parto, las horas pasaban pesadamente.
Ingresó al quirófano en el preciso instante que el médico decía, “Ambos están en brazos de Dios”.
A partir de allí despertar era una tortura, siempre acompañado por la soledad.
Dejó el retrato de ébano y marfil sobre el escritorio, buscó un anotador, escribió pocas palabras, sacó el arma y puso fin a su vida.
Lo encontraron recostado sobre el sillón, su mano sostenía la nota manchada con sangre, claramente se podía leer “Vivir no tiene sentido, estoy transitando el camino para reunirme con el amor de mi vida”

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