Saturday, May 17, 2008

JAZMÍN DE INVIERNO

Decidí podar la enredadera, sus ramas abrazaban la pérgola, aún regalaba su aroma, pequeñas flores amarillas y blancas eran un gozo para quien las observara.
Ella recuerda que cuando compró la casa estaba desnuda de flores y plantas, Helvecia, le regaló un gajito, al principio parecía débil,la rama era pequeñita, imposible imaginar su futuro.
Removió la tierra, eligió una esquina de la pérgola, buscó aquella que fuera más acariciada por el sol, los rayos le darían fuerza, vigor.
Durante los dos años que vivió en esa casa, geográficamente alejada del mundo observó el crecimiento de esa planta llena de magia y color.
El jazmín de invierno alegraba su vista con sus pequeñas flores, algunas blancas como la nieve, otras doradas como las espigas de trigo.
La nieve no la afectaba, con suavidad se deslizaba por los pétalos o se quedaba jugando como pompones en las hojas de la enredadera.
Pronto partiría a otro destino, le habían hablado del clima árido del lugar,ella sabía que otra vez la planta se abrazaría a una columna, a cualquier sitio donde sus ramas y flores pudieran sostenerse.
Antes de proceder a la poda, cortó varios gajos, eligió los que tenían brotes, buscó una maceta fácil de trasladar.
La casa que habitaba se puso en venta, los nuevos dueños no querían plantas de ninguna especie, ella no podía dejar que muriera la enredadera que tanto le había ofrecido.
Mañana otro destino la espera, guarda todo el equipaje, en un bolso de mano llevará el recipiente que contiene los gajos de su planta favorita.
Intuye que por más árida que sea la tierra nueva, el jazmín de invierno se convertirá en una enredadera vistosa, abrazará con amor otros sitios, adherida a los muros florecerá nuevamente, solo necesita cuidado, amor y gotas de lluvia para mantenerse erguida y perenne.
Hace unos meses vive en la nueva casa, en el frente, junto a un cantero de rosales de mil colores, se destaca el jazmín de invierno, el sol le regaló sus rayos dorados, la espuma de otro mar el blanco de las olas, junto a él crece una buganvilla.
La naturaleza decidió casarlos, para que brinden un espectáculo de aroma y color.
La vida sigue su curso, no importan las estaciones del año, las enredaderas siguen creciendo para delicia de su dueña.
Esta vez no las podará, dejará que sus ramas acaricien el cielo, juntas estarán para siempre, perfumando los recuerdos.

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