Thursday, May 15, 2008

LA BIBLIOTECARIA

El viejo edificio de la biblioteca estaba ubicado cruzando la plaza del pueblo, sus paredes se mostraban descascaradas por falta de mantenimiento.
El frente tenía seis columnas culminadas con diferentes motivos, los jardines que la rodeaban mostraban la desidia de quienes no le daban valor al patrimonio de todos los habitantes de un pueblo de provincia.
En el interior, los pisos de madera que alguna vez tuvieron brillo como los espejos eran transitados por gente de todas las edades.
En la planta baja se ubicaba la sala de lectura, unas cuantas mesas y sillas ocupaban el espacio.
La escalera de madera crujía como un lamento cuando apurados los jóvenes se acercaban a la bibliotecaria, para solicitar textos.
Orgullosos reposaban en las repisas libros de todas las épocas, estaban los que contaban la historia, otros eran de versos y poemas, toda la cultura estaba en ese recinto.
Mónica trabajaba en el lugar desde hacía tiempo, llegaba temprano, le gustaba estar sola, sentía que las palabras que contenían los libros la acariciaban.
Muchas veces sintió ser protagonista de cualquier historia.
Una mañana de otoño recibió una notificación del intendente de la zona, debían desocupar el edificio en una semana para ello le mandarían cestos de mimbre , en ellos depositarían los libros.
El predio, por resolución del intendente Augusto Zubiría , previa demolición de la biblioteca había sido vendido a un grupo que levantaría torres en ese espacio.
Mónica sería trasladada a otro sitio, conservaría su antigüedad, se respetarían sus háberes.
Con lágrimas en los ojos dio la noticia a quienes se encontraban leyendo, buscando apuntes para la escuela.
Entre todos comenzaron a desalojar los estantes, cuidadosamente colocaban los libros en las canastas.
Aún quedaban por desocupar los estantes que contenían grandes obras del pasado.
La bibliotecaria intentó comunicarse, sin suerte, con el Intendente Zubiría, la voz monótona de la secretaria le informaba que estaba ocupado, ante la insistencia de Mónica, le dijo que por la tarde enviarían volquetes para el resto de los libros.
A nadie le importaba que obras completas de eximios autores, en nombre de la modernización, quedaran a la intemperie.
Estaba angustiada, se sentía impotente, no podía creer que el interés de un hombre por un negocio, relegara tantos textos.
Como pudo los dejo apilados en el frío recipiente metálico.
No tenía ganas de volver a su casa, sentada en la plaza observaba como los lugareños se llevaban en bolsas lo que podían, dos o tres muchachos jóvenes, al anochecer se acercaron a los volquetes, la bibliotecaria sonrió aliviada, pensaba que los libros serían llevados a sus casas, grande fue su sorpresa al escuchar las risas de los muchachos, en un instante los volquetes fueron presos de las llamas, las hojas chamuscadas de los libros volaban como pájaros con rumbo incierto.
Mónica rápidamente cruzó la plaza, rescató de las cenizas algunos libros, nunca comprendería la acción insensible de esos chicos.
Renunció a su trabajo, con el dinero aportado por los vecinos en un lugar de su casa comenzó a armar otra biblioteca, de a poco fue creciendo, un diario de la gran Ciudad se enteró de la noticia, la publicó en la primer página.
Hoy Mónica trabaja en su domicilio, percibe un pequeño sueldo de una fundación, es feliz, la biblioteca ha crecido, otra vez se demostró que cuando existe voluntad, los sueños pueden concretarse.

Moraleja: No maltrates los libros, representan, en pasado, presente y futuro de todos.

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