Sunday, August 24, 2008

EL ELEFANTE DE LA SUERTE







No podía despegarse de su amuleto, hasta que un día decidió volver a la realidad.
La empresa para la que trabajaba había sido privatizada.
Con el correr de los días todo cambiaba, atrás habían quedado las horas extraordinarias, las que le permitían pagar las cuotas del crédito hipotecario.
A pocos minutos de la ciudad el paisaje se transformaba, atravesando un bosque de eucaliptus, concluía la construcción de un barrio privado, antes de decidir la compra hizo cuentas, la cuota del préstamo era alta, sabía que trabajando de lunes a domingo, podía pagarla.
Por fin tendría su casa propia, eligió un bonito chalet, apartado de la entrada principal, detrás del jardín corría un río angosto de aguas cristalinas que permitían ver el lecho de piedras.
La vivienda era cómoda, grandes ventanales permitían que entrara la luz del sol, deseaba estar en contacto con la naturaleza, apartarse del ruido de las grandes ciudades.
Por la tarde firmarían el boleto de compra venta, en menos de una semana estaría habitando en la casa de sus sueños.
Realizó la mudanza sola, pese a ser una mujer bonita, el amor había sido esquivo.
Colocó los canastos en el salón tendría todo el día para dejar la casa como quería, comenzó por colgar los cortinados para lograr un poco de intimidad, a media tarde estaba todo listo.
En el refrigerador había colocado una vianda, era el momento de disfrutarla, al abrirla, encontró junto a la comida un pequeño envoltorio, estaba segura de no haberlo colocado allí, quitó el papel encontrando un pequeño elefante blanco de porcelana, en ese instante recordó que era el que su madre tenía como amuleto de la buena suerte, sonriendo por la travesura de su mamá lo llevó al modular, en la trompa colocaría un billete para que la fortuna la acompañara.
A regresar al trabajo encontró varios escritorios vacíos, algunos de sus compañeros habían sido trasladados a otras oficinas, la tristeza se apoderó de ella, ya no podría compartir momentos con ellos.
Por la tarde fue citada a las oficinas del gerente de la empresa, le comunicaba que sería trasladada a otra provincia, no quería mudarse a otro sitio, recién se había instalado en su nueva casa, aceptó el retiro voluntario.
Con la suma obtenida saldaría el crédito hipotecario, tenía treinta y cinco años, con su experiencia y antecedentes laborales, creía sería fácil conseguir otro empleo.
El vendedor de diarios conocía la situación de la muchacha, todos los días le acercaba los avisos clasificados.
La cuenta bancaria estaba vacía, los días se sucedían en forma monótona, en todos los sitios que visitaba le prometían llamarla.
Demacrada, sin fuerzas, esperaba que sonara el teléfono, no quería rendirse al arbitrio de una sociedad que la consideraba vieja para trabajar.
El elefante blanco de la suerte parecía mirarla, no podía ser, era una figura de porcelana.
Cambió su vida radicalmente, no tenía ganas de sonreír, las persianas de la casa permanecían siempre bajas.
Pasaba la mayor parte del día acostada, no se alimentaba.
Los vecinos alarmados dieron aviso a la guardia del barrio, el olor a gas era insoportable, la tranquilidad fué alterada por el ulular de las sirenas de una ambulancia.
La encontraron tirada sobre la alfombra del comedor, no pudieron salvarle la vida, en sus manos blancas y frías como el mármol, sostenía el elefante de la suerte.

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