Thursday, August 14, 2008

LA ESCLAVA






Aisha había nacido en Mozambique, de raza mulata, desde pequeña se destacaba por su belleza.

De niña jugaba a orillas del mar Índico, le gustaba juntar caracoles con los que enhebraba collares, algunos para uso propio otros para vender a los turistas.

Su padre, hombre con escasos valores morales, había enviudado, comerciaba telas de seda y otras especies de la zona.

En pocos días arribaría al puerto un crucero , en el llegarían ciudadanos de todo el mundo.

Aisha era la menor de siete hermanos, el arribo de la nave de lujo animó a su padre a vender a su hija, cobraría una buena cantidad de dinares que incrementarían su fortuna, a la vez no tendría que preocuparse por la educación de la adolescente, única mujer de la familia.

Entre el pasaje viajaba un científico de pocos escrúpulos, las actividades que llevaba estaban reñidas con la normalidad y buenas costumbres, buscaba la perfección del ser humano sin importarle el sufrimiento de sus potenciales pacientes .

Sedujo a Aisha, la pidió como esposa, no le importaba la edad de la jovencita.

La ceremonia se llevó a cabo en la playa, auspiciada por el jefe de una tribu.

Para la ocasión Aisha eligió un vestido de satén rojo, como único adorno una flor roja cubriría su cabellera negra.

La joven se negaba a consumar el matrimonio, en represalia el marido la sometía a los peores castigos, disfrutaba verla sedienta en el desierto, la tierra resquebrajada quemaba los pies de la muchacha, cuando la veía exhausta la sumergía en las aguas del mar.

Pese al sufrimiento Aisha seguía en su negativa, odiaba al hombre que su padre había elegido como esposo.

Una noche la obligó a posar para fotos de dudosa calidad, con las imágenes armó un álbum que sería ofrecido en sitios lujosos.

Usaría a su mujer para sus fines, conseguir información para su proyecto, conocer todo los detalles de las agencias de espías en beneficio propio.

No le importaba que su mujer se entregara a otros hombres con tal de conseguir su objetivo.

Una noche calurosa, la muchacha se negó a concurrir a un hotel, la encerró en una de las habitaciones de la vivienda que ocupaban, allí ella comprendió que se había casado con un monstruo, nunca conformarían una familia.

Con unas copas de más él llegó a la casa, el efecto del licor lo hacía transpirar, el pelo largo había quedado pegado a su rostro, la mirada inyectada en sangre la asustaba.

Llenó la bañera, como pudo lo arrastró hacia ella, lentamente lo desvistió, aterrada observó uno de los tatuajes, en su brazo izquierdo observó la imágen de una calavera de ojos rojos, una flor del mismo color adornaba los huesos de la cabeza.

Introdujo a su marido en el agua, ejerció presión hasta dejarlo sin respiración.

Cuenta la leyenda que Aisha, jamás volvió a su pueblo, no pagó por la muerte de un ser abyecto, escapó de las miserias humanas.

Hoy vive en una choza de un pueblo pequeño, su piel de mulata mutó al blanco, a la orilla del mar espera que otro crucero se acerque.

Con el elegido compartirá su única fortuna, una escultura cubierta de piedras semipreciosas.

No ha perdido las esperanzas de encontrar un amor sincero para siempre, en ese instante comenzará la historia de una mujer que dejó de ser esclava.

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