Friday, March 02, 2012

ENTRE LIBROS Y PARAGUAS




Nadie conoce el nombre de la dama, tampoco se puede adivinar cuántos años tiene.
Es dueña de una belleza serena.
Figura espigada oculta debajo de un abrigo que utiliza siempre, una boina roja atrapa el manto de su cabellera.
Rostros de rasgos suaves, agradables, el tiempo ha dejado como si fuera un tatuaje líneas de expresión, no llegan a ser las conocidas arrugas que traen los años.
Mirada transparente como el agua quieta de un lago, agua en la que más de un curioso desearía sumergirse para leer los secretos cincelados en el alma.
El andar es tan grácil como pausado.
Cada baldosa de las veredas que recorre diariamente conocen los pasos de la mujer del paraguas.
No importa si el sol está escondido detrás de las nubes o brilla en el cielo.
No importa si otros corren con el propósito de refugiarse por la llovizna, lejos de las gotas que al caer forman burbujas en los charcos, gotas que se parecen mucho a las lágrimas convocadas por la tristeza o alegría.
Ella camina sin prisa hacia el destino elegido.
Ausente no siente calor o frío.
El dueño del bar la conoce, la mesa que ocupa habitualmente siempre está reservada para recibirla.
Lejos de la puerta de entrada, de espaldas a los cristales, más allá de ellos transcurren otras vidas.
Le acercarán como siempre un te de hojas dulces.
Ubicará el paraguas sobre una silla.
Las manos esculpidas sostienen un libro.
Esta escena se repite todos los días de año.
Abstraída en la lectura no notará la presencia del amor de su vida, hombre que no se anima a abordarla, los dos se aman en silencio, silencio que trajo el tiempo y la distancia.
Los corazones guardan todos los recuerdos, recuerdos de amores apasionados concretados muy cerca de los leños encendidos, encendidos como el sentimiento que los embriagaba.
Siluetas que se fundían hasta formar una sola figura, figura de épocas pasadas.
Tal como llegó, el hombre partirá en silencio.
Ella sigue leyendo sin pronunciar una sola palabra.
Una leve sonrisa se dibuja en los labios, labios que recibieron besos fogosos y hoy parecieran sin vida.
Consulta el reloj como tantas otras veces, es hora de emprender el regreso.
El mozo le avisa que ha dejado olvidado el paraguas en la silla, le responderá que no lo necesita, con una sonrisa le comentará que el dueño pronto regresará a buscarlo.
Afuera la llovizna comienza a caer lentamente, elevará la mirada transparente al cielo, rogará que el agua la ayude a borrar uno a uno cada recuerdo.

http://www.youtube.com/watch?v=xaaiwLheh…

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