Sunday, March 19, 2017

TATIADO EN MI ALMA




Los tatuajes iniciaron su ciclo hace millares de años.
Se dice que el primer hombre tatuado se encontró en las Costas del Perú.
A ese ser se lo denominó “Hombre de Hielo”.
Antiguamente se tatuaban las distintas tribus para diferenciarse de otras.
En Grecia y Roma ese tipo de arte comenzó a utilizarse para identificar a los detenidos en prisión.
En sus comienzos no se utilizaban timtas como en la actualidad.
Los líquidos para tatuar se extraían de ciertas plantas que tenían la propiedad de permanecer para siempre.
La tecnología permitió que ese arte milenario de tatuar los cuerpos se fuera perfeccionando hasta llegar a la perfección y resultar asépticos en las personas que gustan llevar marcas indelebles en los lugares más insólitos del cuerpo humano.
La mayoría se realiza utilizando agujas del grosor de un cabello evitando que el proceso sea doloroso.
Especialistas médicos pueden quitar las emociones momentáneas que llevan a tatuarse, eliminado con el difundido rayo láser cualquier marca.
Otros que no desean exponerse a un proceso desgastante modifican los tatoo sobre todo si en los mismos existen nombres de personas que se han alejado por diversas circunstancias.
Hay tatuajes que no se visualizan pero se sienten, son los que se llevan en el alma realizados con la sangre del corazón después de sufrir un dolor que no se puede dimensionar.
Así te llevó yo, tatuado en mi alma y en cada centímetro de mi piel.
Los tatoo comunes pueden quitarse o modificarse según la preferencia de quien los porta.
Los que están tallados en el alma estarán hasta el último minito de nuestra existencia.
Existencia que no podemos programar para saber cuando legará el final.
Esa fecha es solo conocida por Dios.
Imagino que los misterios de la muerte nunca se develarán.
Tal como venimos al mundo sin conocer previamente la fecha de nuestro nacimiento, el día postrer solo lo conoce el dueño del Reino de los Cielos o el Dios en que tu creas.
El recuerdo permanente de mi hijo a quien Dios llevó a su lado por su luminosidad, convirtiéndote en un ser que no se puede corporizarse pero siempre está al lado de su mamá.
Vos y mi familia chiquita son los que me sostienen para seguir sin saber muy bien para qué.
Siento absoluto desamparo y soledad por tu ausencia inesperada.
En ocasiones pelo contra el destino, lo desafío para que me saque del camino terrenal.
Otras siento que aquel fue piadoso al elegirte para que estuvieras reunido con los ángeles en un sitio en el que la palabra agresión no existe.
Me conforma saber que en la eternidad nadie te utilizará para someterte a las pruebas más dolorosas cuando Dios y nosotros dps sabíamos que partirías al mundo celestial.
Está más que comprobado que una mamá no puede estar demasiado tiempo sin besar, acariciar o mirar a su hijo a los ojos.
No existe adjetivito calificativo que pueda dimensionar la soledad que es atroz.
Muchas veces no tengo con quien hablar, compartir mis miedos, esa angustia que me posee y pareciera no quererme abandonar.
Tampoco quiero atosigar a mi familia chiquita con mis penas.
Penas que finalizarán cuando el Tiempo decida que ha llegado el mío.
Extraño nuestras conversaciones, las que utilizábamos el don de la palabra y las otras que conjugábamos con la mirada.
No me avergüenza decr a quien quiera escuchar que fuimos dos seres totalmente independientes que dependía uno del otro.
Solo los que entienden el más puro amor pueden entender esta contradicción.
¿En que fallé para recibir semejante castigo?
Dice la leyenda urbana que los errores cometidos en suelo terrenal se pagan aquí.
¿Cuán horrorosas fueron mis faltas para que el precio fuera tu vida?
Respuesta que seguramente obtendré cuando el destino injusto con vos me lleve a transitar los caminos de la eternidad.
Fuíste cauto aquella tarde gélida tarde de junio, aparentabas buscar algo en la biblioteca, mientras yo simulaba leer.
De pronto sin tomar ningún libro me preguntaste ¿Qué harías si mí?
Mi respuesta brotó del corazón, respondí que moriría detrás de ti.
Recuerdo que nos abrazamos llorando como dos chicos.
Para tranquilizarnos pronunciaste tu latiguillo de siempre “No es grave ma”..
Dios nos brindó en la primera semana de agosto la oportunidad de despedirnos cenando juntos a la salida del médico.
Te preocupaba la llovizna y que no hubiera llevado la capucha de mi campera.
No te preocupes no relataré el contenido de la conversación más adulta que tuvimos.
Fuíste y serás mi Ángel guardián.
Un ser especial que pocos llegaron a conocer de manera integral.
Te extraño más que nunca, las heridas nunca cicatrizarán en la tierra.
Te siento a mi lado aún cuando no te pueda ver.
Ayer tenía previsto escuchar una de tus grabaciones, sentí tu voz diciéndome “no lo hagas má”.
Sos sabio, te quiero con toda el alma y más por llo siempre te pido que nunca olvides cuanto te quiere tu mamá.

https://www.youtube.com/watch?v=DymUGMxZq5U

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