Sunday, September 09, 2018

ESENCIA DE MARIPOSAS







En la vida de los terrenales ocurren episodios a los que no le encontramos explicación.
Hallarla significa entrar en el terreno de la filosofía, teología o neurobiología evolutiva.
Guardo el último de los libros que me obsequiaste como el mayor tesoro,
Jamás pensé, sería leído por vos.
Conocés que cada ejemplar que llegó a mis manos fue cuidado.
En ningún momento marqué párrafos y oraciones de mi interés.
He sido cuidadosa pues no me agradan las marcas en las hojas, ni siquiera puedo admitir que una arista se doble sin intención.
Después de tu desaparición física, uno de tus amigos preguntó por ese libro en especial.
Al recorrer su hojas exclamó ¡No sabía que marcabas los libros!
Procedí a recordarle había recordado varios ejemplares, invitándolo a revisar cada página para comprobar que una mujer ansiosa por la lectura, jamás heriría las blancas hojas de un libro, marcándolas.
Aseveró en ese instante que era verdad.
Le pedí leyera alguna de las oraciones que se encontraban señaladas con bolígrafo de color azul.
La primera frase ahondó una de las tantas grietas que tiene mi alma desde tu prematura partida.
Con tiempo procedí a mirar cada una de las señales de ese ejemplar.
Contenía mensajes para mí.
Indicabas en que sitios podría encontrar las respuestas que mitigaran el dolor.
No fue difícil asociar la palabra escrita con una pregunta tuya formulada dos meses antes de partir hacia otros planos.
Como siempre tu pregunta fue directa, sin anestesia.
¿Mamá qué harías si te faltara?
Invadida por el sentimiento más doloroso respondí “Iría detrás de ti, no puedo concebir la vida sin vos”.
Quiero contarte que durante tu internación apareció una persona a quien creí un médico, te aseguro que fue la primera y única vez que lo ví.
El único que relató tu delicada situación.
Una aparición fugaz que busqué sin cesar.
¿Quién era ese humano de ojos color de cielo que daba informes que otros me habían negado?
Pregunté a todos por él.
Me miraban con si fuera una desquiciada.
Nadie lo conocía como para dar datos de tan breve aparición.
Jamás dejé de pensar en ese humano especial.
No solo se trata un ser terrenal. También tenía rasgos de humanidad que jamás había visto en los otros.
Gafo referencia a quienes te martirizaron, cuando no había nada más que hacer.
Mi amor del corazón, hace pocos días encontré a ese ser tan especial en una institución médica a la que concurro con asiduidad por un tratamiento que ambos conocemos y no deseo especificar, solo decir que no es nada grave.
Ello quiere decir que tendrán cuentista por el tiempo que el destino determine.
No demoré en reconocerlo.
Mirar sus ojos es como adentrarse en el cielo.
No llevaba el típico guardapolvo blanco que visten los médicos.
Tenía un ambo del mismo color de sus ojos, semejantes a un lago quieto.
La primera visión logró perturbarme.
No pude dejar de relacionarla con tu mirada vivaz.
¿En qué momento tus ojos adquirieron la quietud que otorga la eternidad?
No puedo asumir ese paso.
Lleva tiempo o tal vez no.
Quien ama a su hijo con devoción no puede asimilar que la profundidad de su bella mirada, es algo que no se podrá repetir.
Luego de un abrazo, sentí que sus palabras eran sinceras.
Después de tres años recibí la cuota de afecto que necesitaba para seguir.
Camino al ascensor. Abrió el maletín.
Del mismo extrajo un frasco que contenía nueve crisálidas.
Ante tamaña sorpresa, respondió que sabía que te gustaban las mariposas cuando eras un niño de corta edad.
No tarde en inquirir ¿Por qué son nueve?
Respondiendo sin evitar la sonrisa, recordó que nueve son los planetas más conocidos, como nueve son los cielos que describe el poeta florentino Dante en su magistral obra “La divina comedia” para llegar al paraíso celestial junto a su amada Beatrice.
Recibí algunos consejos para resguardar el crecimiento de las crisálidas que en poco tiempo se convertirían, en espectaculares mariposas.
Las mismas que te fascinaron cuando eras un niño de corta edad.
Debía dejar el frasco apoyado en un lugar resguardado del jardín de mi refugio.
Se trataba de una especie que tenía la capacidad de volar durante nueve días sin descansar.
Quise con fervor que crecieran.
Nueve jornadas era un tiempo suficiente para llegar a tu cielo.
Las primeras tenían dificultad para emprender un vuelo mágico.
Necesitaban solo unas horas más para madura y llegar al destino elegido.
Mariposas que vuelan en la oscuridad, mostrando la brillantez del aleteo de sus coloridas alas.
Tengo la certeza que en breves días y sus noches, llegarán a tu nuevo hábitat.
Las recibí con el propósito de hacer que llegaran a vos,.
Preludio de nuestro ansiado reencuentro.
¿Podrá producirse alguna vez?
¿Podrías reconocerme entre los terrenales que atraviesan mi misma situación?
No puedo aseverarlo con firmeza.
Percibo que el estado de ansiedad encontrará la calma que traen los designios del destino, ante situaciones parecidas.
¿Te dije cuánto te amo?
¿Llega a ti morada la intensidad de este amor que supimos edificar?
No puedo negar que tal cual el título de la escritora francesa Simonne de Bouvoir. Sos un ejemplo de una mujer rota,
Volveré a ser quien fui en el momento que el destino elija que ha llegado mi momento.
No peleo más con el tiempo.
No pierdo el mío ante la necedad.
¿Sabe él de las necesidades básicas de una mamá?
No.
No tengo otra alternativa que entregarme a sus caprichos.
Como bien expresás “Nada dura para siempre”.
Mientras espero, solo te puedo pedir que nunca olvides cuanto te quiere tu mamá.


https://www.youtube.com/watch?v=VfDGxpPlBA8

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