CICATRICES EN EL CORAZÓN

Emilie y Hernán se conocieron desde pequeños.
Como todos los chicos compartían estudios y juegos.
En la escuela primaria se anotaron en una escuela de artes marciales.
Al concluir los estudios ella eligió el profesorado de educación física,el optaría por una licenciatura en física y matemáticas.
La amistad no tardó en convertirse en amor profundo, la promesa de casarse cuando ambos obtuvieran sus títulos.
La casa elegida debería ser suficientemente espaciosa para contener tareas tan disímiles.
Hernán viajó a la gran ciudad, se mantendría en permanente contacto con su novia, la tecnología permitiría que se vieran a diario a través de la Web, en épocas de licencia se turnaban para viajar y encontrarse,
Los encuentros amorosos desbordaban pasión, quienes conocían a la pareja decían que eran almas gemelas.
Los celos enfermizos no tardaron en aparecer.
Hernán pretendía que su mujer abandonara toda actividad, ella no accedió.
Emilie había instalado un coqueto gimnasio, pronto sería colmado por alumnos ávidos de aprender.
A las prácticas físicas sumó los conocimientos adquiridos en artes marciales.
Hernán preparaba la última materia.
La joven era observada no solo por sus alumnos, desde los amplios ventanales orientados a la calle principal de la ciudad, seres extraños estudiaban sus movimientos habituales.
Era admirable la plasticidad que tenía en el cuerpo, certera, precisa, los desplazamientos destacaban la esbelta figura de la joven.
Avisó a sus alumnos que el gimnasio permanecería cerrado por una semana, solo el círculo íntimo sabía que viajaría con el propósito de acompañar al dueño de su vida en el último tramo de la carrera.
Al amanecer emprendería con sus futuros suegros el ansiado viaje.
Las primeras luces del alba pintaban el firmamento.
Luciérnagas tardías buscaban refugio en el pétalo de las flores, necesitaban descanso para encenderse cuando apareciera el primer destello de la luna.
Experta al volante manejaba sin dificultad, la cinta plateada de la ruta desaparecía hasta perderse en el horizonte.
En un instante una camioneta de gran porte se cruzó en el camino, rápida de reflejos con una maniobra pudo evitar un accidente fatal.
Han pasado diez años de ese hecho, las autoridades reconstruyeron el último tramo del viaje, los suegros de Emilie declararán una y otra vez los hechos con precisión, dirán que fueron dormidos con sustancias que no dejaron vestigios en los cuerpos.
Aquella, no estaba en el auto cuando despertaron.
Todos estos años la han buscado por cielo y tierra.
El expediente fue caratulado como secuestro.
Un cirujano plástico con identidad reservada declaró que un año atrás practicó una cirugía en el rostro de Emilie.
Las autoridades quieren llegar al secuestrador.
Sospechan de un hombre muy parecido a Hernán, la estrategia es seguirlo a distancia prudencial.
Un inspector contratará al físico.
Convocarán expertos en la materia.
En una de las declaraciones el profesional se quiebra, dirá que ha sido quien inyectó una fórmula compleja para dormir a sus padres.
Comentará que hipotecó la casa en la que viviría con su futura esposa para costear los gastos de la cirugía a la que fue sometida.
No solo cambiaron sus rasgos, también con un tratamiento especial reemplazaron la memoria de la mujer.
Emilie será rescatada.
Hernán pasará el resto de su vida en prisión, sometió a su mujer con experimentos no aprobados.
Pasará mucho tiempo hasta que la muchacha se reincorpore a sus actividades, jamás encontrará un cirujano capaz de eliminar las cicatrices profundas que tiene en el corazón.


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