GITANA

Canta con voz angelical mientras se maquilla para salir.
Sombras pastel destacarán la mirada.
En sus brazos acuna a su pequeño, dormido lo dejará en casa de familiares que lo cuidarán hasta que ella regrese al hogar.
Las calles angostas la ven pasar, de los balcones cuelgan maceteros con geranios rojos como la amplia pollera que deja adivinar sus curvas.
Una corta blusa blanca anudada en la cintura revela la redondez de sus formas perfectas.
El pañuelo con monedas sujetará el manto de sus cabellos.
Al caminar tintinean las pulseras que lleva en las muñecas y tobillos.
Quienes la conocen dicen que es una mujer muy perceptiva, no son equivocadas sus predicciones.
A quienes la consultan los anima con ilusiones, de cada uno dependerá que las utopías se conviertan en realidad.
El sol brilla en lo alto, presagio de un día de fecunda labor.
Acomodará los billetes que recibe en el escote.
A todos regala una sonrisa sincera.
Al cruzar la plaza buscando la sombra de un árbol, encuentra a una mujer.
La mirada de aquella le dice que ha llorado sin cesar.
Se acerca en silencio, no pertenece al grupo que persigue a los posibles clientes, sabe que de algún modo la inquietud o curiosidad traerá más de una consulta.
Betina le cuenta que ha viajado miles de kilómetros en búsqueda de un amor.
El encuentro se produciría en ese lugar.
El hombre impiadoso y manipulador no llega a la cita.
Entre sollozos le pregunta a la gitana por qué oculta la cabellera con un pañuelo, le cuenta que es tradición de su comunidad que las mujeres casadas luzcan el tradicional pañuelo con monedas, hace años en otro país conoció al amor de su vida, bajo el rito gitano se casaron, conformaron una familia, juntos encontraron el sendero de la felicidad.
Lejos de tranquilizarse Betina rompe en llanto, habla de su soledad, la necesidad de tener un hombre que la contenga.
La gitana se pone de pie, le dice que nunca, jamás debe llorar por un hombre que no la merece.
La vida es de a dos cuando la pareja tiene algo para compartir, de lo contrario el amor no se concretará.
Aliviada Betina saca un billete.
La gitana lo rechaza, ella vende ilusiones que se pueden concretar, casi le exige que aprenda a valorarse como mujer.
Se despiden con un abrazo, la gitana desanda el camino para llegar a su hogar, espera que la muchacha de la plaza pueda paliar su soledad sin necesidad de rematar sus valores de mujer.

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