Thursday, August 10, 2017

ENTRE EL MAR Y EL CIELO




Te fijo en mi mente en diferentes paisajes que alguna vez no lejana supimos compartir.
Transcurre otra estación del año.
Me encuentro en la playa caminando en absoluta soledad.
Extraño no llevarte tomado de la mano como antes.
Dos gaviotas traviesas serán mi compañía hasta que llegue a destino.
Si me preguntara hacia donde me dirijo no sabría decirte hacia donde voy.
Ignoro si el lugar que imagino existe en la realidad.
Suave la brisa otorga movimiento a las olas del mar.
Pareciera que bailan para mí, antes que su cresta espumosa muera en la orilla arenosa de esta playa tan especial.
Especial pues mantiene vivos los recuerdos del tiempo que pasó no hace demasiado.
Especial pues en el rumor de las olas puedo sentir tu voz saludándome como si no hubiera ocurrido nada.
Nada que inunde de lágrimas mi alma herida por tu ausencia de la luz que tuve la felicidad de sentir desde el día que por primera vez pude ver tu carita sonriente, mientras te acunaba en mis brazos.
Evocaciones que laceran el corazón.
No ha pasado tanto tiempo.
Aún así tu falta que ahonda la tristeza parece que fuera mi mochila desde hace tantísimos años.
Apenas se cumplirán dos en pocas semanas.
El peso agobiante del dolor que no se soporta los ha transformado en millares.
Se puede soportar el alejamiento que se da en unas vacaciones inesperadas.
Pese a la distancia la comunicación está.
Es inadmisible la otra ausencia que no tiene fin o de poseerlo está tan lejano como inalcanzable.
No suelo escribir en este horario.
Las musas son otras.
He tenido que explicarles que hay trámites, que son impostergables y rompen la rutina a la que estamos acostumbrados los dos.
Como siempre en los momentos sensibles pude percibir tu presencia a mi lado.
Presencia mágica que ayudo a que saliera todo bien
Continuo caminando quiero llegar al punto justo donde el mar se une con el cielo.
He perdido de vista a las gaviotas, seguramente no imaginaron que caminaría tanto.
Así como el Mar Rojo se abrió para darle paso a Moisés.
Este océano, imita aquel momento para que llegue a la otra orilla del mundo sin saber que voy a encontrar.
No falta mucho para llegar a una isla.
Lentamente el agua se va cerrando detrás mío.
El paisaje es tan majestuoso como solitario.
Solo se puede escuchar el gorjeo de aves de colorido plumaje.
La melodía transporta a la ensoñación.
Tengo sed, ahuecaré mis manos al borde de una cascada que cae horadando a las piedras.
Aparentemente es una isla deshabitada.
Un lugar perdido en el mundo en que siento embriaguez con tanta paz.
Coloridas mariposas se osan en las más bellas flores que nunca he visto con anterioridad.
Mariposas como las que te fascinaban a vos.
Inconfundible tu voz dice “Hola ma, no me podrás ver, vine hasta aquí para decirte cuanto te quiero.
Para regresar a casa mira el vuelo de las gaviotas.
No temas nada pasará.
Tengo que volver al Edén”.
No puedo detener el llanto.
Hubiera querido poder abrazarte, besarte.
Seré cuidadosa a la hora de emprender el regreso a nuestro refugio.
Las aguas del mar comienza a dividirse nuevamente.
Recorro rápidamente el sendero de arena.
Siento el cuerpo laxo.
No tengo dudas que estoy recibiendo tu ayuda amorosa.
Guardaré para siempre tus palabras en mi alma.
Tesoro mientras miro la división que existe entre el cielo y el mar vuelvo a pedirte que nunca olvides cuanto te quiere tu mamá.

https://www.youtube.com/watch?v=syUlfrYGmMY

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