Monday, June 04, 2007

UN LIBRO ESPECIAL

Cuando la humanidad quedó estéril se perdieron también las palabras, las letras que las conformaban.
En un espacio árido sobre una roca que se erigía solitaria sintiendo como el mar socavaba sus pies descalzos, quedó a merced de los vientos un pesado libro con tapas de acero, parecía incorporado a las piedras.
Cuando sobrevino la calma, después que callaron su rugido las tempestades, en el momento que el sol salió nuevamente buscando un vestigio de vida, apareció un hombre solitario.
Los cuencos de sus ojos estaban vacíos de lágrimas, había perdido absolutamente todo.
Con dificultad subió a la roca quería ver que era eso que brillaba, era algo que la mano de otros hombres no había podido destruir.
Agitado escaló la roca, con temor miraba el objeto, era raro encontrar algo en el medio de la nada.
Sigiloso se acercó a esa especie de caja tan extraña, extendió sus dedos y recordando cada caricia que había prodigado a su amada rozó con la punta de sus dedos la superficie del recipiente.
Temeroso por todo lo acontecido le pidió a Dios que lo ayudara.
Miles de preguntas acudían a su mente cansada.
¿Sería un meteorito que el cielo había arrojado con fuerza?.
¿Tal vez un mensaje de seres de otros planetas?.
Mientras buscaba respuesta a sus preguntas, sintió una presencia a su lado, una especie de ángel que lo invitaba a mirar eso que antes parecía una piedra.
Advirtió que dentro de la caja cuidadosamente guardadas, había cientos de hojas, comenzó a sacarlas, grande fue su sorpresa cuando en la primera encontró un cuento, absorto en la lectura no sentía el frío de la tarde, el cielo era una sinfonía de tonos rosados, lejana la luna regalaba un destello, lentamente las estrellas continuaban su rutina milenaria, una a una se colgaban del firmamento.
El hombre seguía leyendo, cada hoja era un hallazgo.
Los cuentos se sucedían uno tras otro, no recordaba haber leído nada parecido.
Cientos de mujeres y hombres habían desvestido un pedacito de sus almas para volcarlos en cada relato.
Encontró nombre propios que recordaban a gente que había conocido antes de la catástrofe, otros supo después eran apodos.
No estaría nunca más solo, esas pequeñas obras lo acompañarían para siempre.
Pasaban los días, y el se sentía acompañado por esos seres anónimos de tan exquisita prosa.
En ese instante supo que en una galaxia protegida, semana a semana se reunían los poetas, a ellos les pediría ayuda para reconstruir el planeta.
La fé mueve montañas, los escritores sentimientos

1 comment:

Sol said...

Hola el final sublime!. Muy buen final. besos. Sol