La noto demasiado pálida, sus ojos miran sin mirar siempre velados por un fino cristal acuoso que no tardará en convertirse en lágrimas silenciosas.
Necesito que me cuente por qué hoy su rostro es la imagen de un alma encerrada en el laberinto de la soledad.
Es ella quien tiene que hablar es la única manera de descargar esa angustia contenida que logra asemejarla a sombras atávicas las que imperiosamente deben alejarse de su ser para parecerse a la mujer que fuera ayer.
Conozco casi odas sus letras, las de antaño y las que hace casi catorce meses le dedica a su hijo amado.
Comenzamos a caminar es la oportunidad que tengo para escucharla e intentar brindarle una pequeña dosis de consuelo que con el paso del tiempo podrá liberarse de su conmoción.
No pretendo que cubra sus pensamientos con el manto terroso del olvido.
Necesita una persona con la que pueda compartir su enorme y comprensible dolor.
Le comento que en unos días pasaré un fin de semana en una casa que poseo fuera de la ciudad,
Un sitio tranquilo que estoy segura la tranquilizaría un poco más.
Me responde que no, al único lugar que viajaría sería a los jardines del Edén.
Pregunto cómo se imagina ese espacio.
Dice que lo piensa como un sitio de paz donde las flores perfumadas crecen por doquier, cascadas cantarinas mueren en un espejo de agua transparente.
Aves anunciando con sus trinos la llegada del amanecer, sobre las rocas lejanas un haz de luz le indicaría el sendero para encontrarse aún cuando fuera por unos instantes con su muchacho para darle un abrazo que tiene guardado en el corazón.
No le importaría tener que regresar a su lugar actual,
Solo precisaría unos minutos para darle un beso, demasiados mueren en sus labios sin poder ofrecerlos al ser que más amó.
Estamos a pasos de una capilla de construcción rústica, las piedras de las paredes muestran el paso del tiempo.
Decidimos ingresar.
El interior es sencillo, después nos enteraremos que los bancos fueron construidos hace muchos años por un artesano de la zona.
Eñ altar está cubierto por manteles blancos terminados en finas puntillas, sobre aquellos recipientes que contienen flores que dejan los visitantes arribados de zonas algo alejadas.
En el centro se erige una cruz de madera tallada sin ninguna imagen, deducimos que es utilizada por cualquier fiel que tenga deseos de hallar silencio para conversar con su Dios más allá de cualquier religión.
Admiramos los techos abovedados, por los vitreaux con delicadas pinturas que representan pasajes bíblicos , entran los destellos dorados del siol,
Sé que en estos instantes está conversando con su Dios, pienso que como una madre amantísima está pidiendo que cuide a su hijo, también que vele por el descanso eterno del alma de aquel.
Percibo un halo de tranquilidad en su rostro.
Salimos del lugar, previamente se acerca a un puesto de flores, adquiere un ramo de crisantemos blancos, el vender agrega una rosa de color rojo, le pide que la ingrese a la capilla es la ofrende que desea dejar en memoria de ese chico que partió tempranamente.
No quiero insistir con la propuesta del corto viaje, tengo la certeza que en algún momento ocurrirá.
Mientras caminamos con voz queda me cuenta que en el día de ayer su hijo hubiera cumplido años.
Ño extraña más que nunca.
Repite como en otras ocasiones que es mentira que el tiempo cure las heridas, acepta que puede cicatrizarlas lentamente.
Tiempo que ella desearía caminara rápidamente para reunirse con el hijo de sus entrañas.
Nos despedimos en la puerta de su propiedad con la promesa de volvernos a ver prontamente.
Mientras camino hacía mi casa pienso como tantas veces la escuché decir que tiene razón cuando dice que los hijos no deben morir.
Voy a mi biblioteca debo preparar la última materia con la que obtendré mi título de Licenciada en Humanidades.
Mientras se carga la computadora le pido a ese ser de luz que no tuve la oportunidad de conocer, que nunca olvide cuanto lo quiere su mamá.
https://www.youtube.com/watch?v=1ZYbU82GVz4
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