Tuesday, January 22, 2019

LEER PARA RECORDAR





Son las grandes joyas.
Tienen un lugar especial asignados en nuestras casas o refugios.
Compañeros inseparables, intentan paliar con sus historias el desamparo que sufrimos ante la partida de los seres que más amamos en la vida.
Están.
Con esa silenciosa presencia logran hacer más llevadero el aislamiento impuesto por la desventura de seguir en suelo terrenal sin saber muy bien por qué o para qué.
¿Sabés a que refiero?
Los libros.
Cada ejemplar cuenta historias diferentes, intentando morigerar la tristeza de un albur no elegido por cada uno de nosotros.
Veleidoso, juega con el tiempo.
Pasado, presente o futuro.
¿Tiene futuro una madre que ha perdido su mejor obra?
No.
¿Comprendés por qué afirmo que sos la bitácora de mi vida?
A tu lado siempre he podido navegar por todos los océanos.
No necesitaba la protección de Poseidón, el dios griego de las aguas.
El cuidado filial, sumado al amor puro y profundo, no precisa de deidades mitológicas.
Ayer, ordenaba la biblioteca.
No ha crecido demasiado, desde tu ausencia.
He perdido los deseos de leer.
¿Con quién comentaría las experiencias que deja un libro?
No tengo a nadie que comparta mis gustos o si están, por razones entendibles de la vida, no es posible contar con ellos.
Ordenar os libros, permite volar nuevamente por historias compartidas.
¿Cuántos de aquellos pasaron por tus manos?
¿Puedo contarte mi sentir al tomar cada uno entre mis manos?
Conmoción.
Las huellas de las tuyas estaban allí.
Cerré los ojos.
Imagine que la tibieza de tus caricias regresaba nuevamente.
Sensación difícil de describir o adjetivar.
Tu esencia siempre está aquí.
¿Por qué no es posible visualizarte?
¿Has notado necesito darte un beso?
¿Recordás cuando entre risas, preguntabas si era necesario escuchar música clásica mientras leía?
El silencio marcado por la realidad impide disfrutar tal como quisiera, la lectura.
Juntos era todo distinto.
Teníamos por costumbre comentar el contenido de cada una de esas pequeñas alhajas, que hoy buscan quien las tome entre sus manos.
Te he contado en otras ocasiones, el último libro que me obsequiaste, es tan especial como vos.
Está cargado de mensajes.
Los señalaste en su momento.
Poco antes de partir.
Sos tan sabio que no dudaste en indicar en que clase de dogmas tenía que apoyarme para lograr atisbos de paz.
¿Qué se siente ante la presunción del propio final?
Es cierto, la belleza de tu mirada tenía un velo de tristeza.
Ante mis requerimientos, respondías con otro de tus axiomas “No es grave, ma”
¿Cómo se hace para simplificar la sorpresa ante la legada inminente de la muerte?
¿Comprendés por qué siempre resalto tu sabiduría?
Las primeras estrellas se colgaban del firmamento.
La labor de colocar cada libro en su lugar no haía finalizado.
El apuro no existe para mí.
Mentalmente recorrí cada uno de los textos.
Paisajes inolvidables, sitios de ensueño, relatos conmovedores.
Sobre la pila de libros, esperando estar en su lugar, encontré un pensamiento.
Pétalos aterciopelados acompañaron un instante enigmático.
¿Lo acercaste vos?
No es la época de floración.
¿En tu cielo pueden encontrarse a esta altura del año?
Siempre permanecés aquí.
¿Existen bibliotecas en el Edén?
¿Ha llegado tu libro de cabecera?
No quiero agobiarte con tantos interrogantes.
Brotan como el agua clara de un manantial.
Te extraño tanto como te necesito.
Tesoro de mis entrañas, ignoro por cuanto más tiempo seré retenida en contra de mi voluntad.
Mientras el tiempo pasa, te pido nunca olvides cuanto te quiere tu mamá.


https://www.youtube.com/watch?v=p0CKqH-xxco

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