Monday, February 19, 2007

ELLAS TAMBIEN

Urko y el resto de los hombres de la tribu estaban del otro lado de la selva, por la mañana habían cruzado el paisaje poblado de árboles, aún podía sentir el perfume de unas flores amarillas que le llevaría a su mujer por la noche si todo salía como esperaban.
El suelo ahora era árido, las ramas crujían bajo los pies descalzos de los guerreros,grises espinas laceraban sus piernas, sobre sus espaldas cargaban lanzas afiladas, el río del lado del cacerío era cristalino ahora se había transformado en una lengua de lodo oscuro, sin brillo.
Debían delimitar el lugar con troncos para que el enemigo no pasara, de esa forma resguardarían a sus familias.
En las chozas las mujeres se dedicaban a fabricar cuencos y vasijas también cuidaban a los niños.En un momento un gemido paralizó a las que se encontraban cerca de la playa de blancas arenas, rapidamente llegaron adónde estaba Kira, entraron a su choza y extendieron prolijamente hojas de palmera para que se recostara.
Un grupo de ellas alejó a los niños, otro fué en búsqueda de la mujer más anciana de la tribu para que ayudara.
Prepararon varias pieles, gotas de transpiración corrían por la cara de Kira, mordía sus labios para ahogar los gritos de dolor.
La anciana con sabiduría le daba sorbos de agua, cantaba invocando a la naturaleza, hablaba suavemente para tranquilizarla mientras apoyaba sus sabias manos surcadas por arrugas en el vientre de la joven.
Fueron largas horas, en las que se mezclaban los sentimientos de angustia y alegría.
Al caer la tarde los hombres desandaban el camino, nuevamente se encontraban en el paraje conocido, volvía el aroma de las flores, las hojas de los árboles comenzaban a vestirse de rocío,Urko tomó su cuchillo, cortó varias flores para llevarle a su mujer que en la choza pujaba para traer vida a la vida.
Apuró su pasó tal vez llegara a tiempo, posó las flores en la arena, se sumergió en las aguas para lavar pequeñas heridas que tenía en sus piernas, el agua sumaba vigor a su hermosura, sus fuertes brazos hacían remolinos en el agua, a unos metros se hallaba la cascada, tan bella como sus recuerdos, lugar de la primera cita, allí nacieron sus sensaciones, en las piedras habían plasmado el contorno de sus manos, por fin habían amalgamado sus vidas para siempre.
Comenzó a llover, las gotas de lluvia formaban cristalinas burbujas en el agua,elevo su mirada al cielo, la oscuridad le indicaba que ya era tiempo de llegar a su choza.
Se escuchó el alarido de un trueno, se ocultó la luna, detrás de ella partieron las estrellas, el corazón como Pegaso cabalgaba, parecía querer salir de su cuerpo para anidar en el universo.
Por primera vez tenía miedo, caminó un poco más, lo detuvo el llanto de un niño, por la abertura de la choza vio a su mujer,su cara perfecta demostraba cansancio, sus ojos velados por lágrimas emotivas,la boca roja, ésa que mil veces se confundió con la suya le dedicaba la ternura de una sonrisa, entre sus brazos, envuelto en pieles sostenía a Ra, su hijo recién nacido.

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