Friday, February 02, 2007

URSULA

Marcia trabaja en la pinacoteca de un museo muy reconocido, de su ciudad.
Su tarea de restauradora le permite estar en contacto permanente con obras de mucha calidad.
Sin saberlo la jornada sería especial, hacía calor y optó por un ligero vestido para ir a su trabajo, sabía que ese vestido tenía magia, pese a ser muy sencillo su estampado realzaba su esbelta figura, eligió un par de sandalias con tiras que anudaba en sus pantorrillas, su cabello rojizo estaba sujeto con una cinta del color de sus ojos que recordaban las esmeraldas, un rulo travieso jugaba en su frente, un toque de su perfume favorito y en minutos se encontraba esperando un taxi que la llevaría puntualmente al museo.
El lugar era fresco, los techos eran altos y terminaban en vitreaux que dejaban pasar los rayos del sol de esa mañana calurosa, la madera del piso le daba calidez al sitio.
Estaba sola mirando los cuadros cuando de pronto la brisa del estío se convirtió en viento transportándola a un lugar desconocido.
Su vestidito se había transformado en un largo abrigo de piel, acompañado de un sombrero que sujetaba la cascada roja de sus cabellos.
No tenía miedo, los cambios de paisaje agitaban su corazón ansioso, caminó un rato y se quedó admirando un jardín de tulipanes de mil colores, el hombre que estaba dentro de la casa la invitó a pasar.
Pese a que era muy temprano el dueño de casa tenía una copa de licor en sus manos.
Era un hombre joven pero la bebida había dibujado en su rostro surcos imborrables.
Su mirada era triste y sin brillo, en el hogar los leños crepitaban, las cenizas y el fuego dibujaban figuras fantasmagóricas.
Allí supo que ese hombre era Vincent Van Gogh, canas prematuras , igual que hilos de plata cubrían su cabeza, su barba hacía juego con ellas.
Le ofreció algo para tomar, Marcia optó por un café, mientras él lo preparaba ella admiraba los bosquejos que descansaban sobre una mesa.
En ese instante el confesó que tenía un amor despreciado por una muchacha de nombre Ursula, la amaba con pasión y sentía en el alma las dagas del rechazo, ese era el motivo por el que se había entregado a la bebida, no quería volver a la realidad y sentirse desplazado del corazón de Ursula, la amaba en silencio y con la desesperación de un amor no correspondido.
Al caer la tarde, cuando el crepúsculo tiñe el cielo de morados y violetas, Marcia, sin comprenderlo, se encontraba nuevamente en su lugar de trabajo, en ese momento un cuadro cayó al suelo, el sonido la devolvió a la realidad.
Cuidadosamente lo puso en su lugar, la imagen era la de un florero repleto de girasoles, con sus dedos recorrió cada uno de sus pétalos de oro.
Una voz interior le anunció que por fin descansaba el alma del pintor, sus lágrimas nublaron sus ojos, puso el cuadro en su lugar y comprendió que más allá del tiempo y el lugar de la historia, el amor sincero es uno solo.
El desprecio de esa mujer que alguna vez atormentó a Vincent, hoy era paz absoluta cada vez que alguno de nosotros admirábamos su obra.
Día a día ese cuadro recibía los cuidados de Marcia, era una forma de retribuir con amor ese que nunca había recibido en su vida quien luego sería uno de los pintores más famosos de todos los tiempos.

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