Friday, February 23, 2007

SELENE

Su vida transcurrió en la luna, de espíritu aventurero decidió recorrer otros mundos del universo.
No necesitaba de naves para ir de un planeta a otro su cuerpo estaba dotado de alas que le permitían volar al lugar que quisiera.
Usaba un mameluco plateado que contrasta con sus cabellos rojos, sus ojos eran verdes igual a los mares que muchas veces se presentaban en sus sueños.
En sus continuos viajes no dejaba de admirar el espacio, sus padres que habían partido a otro lugar del espacio, le habían enseñado el nombre de esos globos de colores sus pendidos en el espacio
Cuando estaba cansada se sentaba en el pico de una estrella, desde ese lugar privilegiado admiraba a las otras que regalaban pequeños destellos, otras veces se quedaba mirando a los cometas, su larga cola le recordaba a la estela que dejaban en el mar los barcos que avanzaban sobre el agua.
Orión le había contado que pronto se celebraría su cumpleaños, con la mayoría de edad y gracias a sus dotes podría viajar adónde quisiera.
Para ella no existía la distancia que conocemos los seres humanos, optó por mudarse a Venus, un planeta que ejercía sobre ella una extraña atracción.
Desde allí miraba un objeto brillante, Orión le había dicho que se llamaba tierra.
Quiso conocerlo y comenzó su viaje astral, solo el destino sabría adónde se dirigía en su vuelo.
Para no llamar la atención al llegar a Turquía hizo chasquear sus dedos, desaparecieron sus alas para convertirse en una túnica blanca, quitó una a una las estrellas que adornaban la cascada de su cabellera de fuego.
Caminaba por calles angostas un vendedor le regaló un shador diciendole que con él debía cubrir su cabeza, estaba contenta, se sentó al lado del hombre, sobre una alfombra tenía diferentes objetos, con paciencia de sabio Amir que no conocía de dónde venía esta bella criatura le enseñó los nombres de las cosas.
Su mirada de color azabache la miraba con ternura, ella quedó prendada de un frasco que tenía los mismos colores de los rayos del sol.
Amir le dijo que en ese frasco vivían las ilusiones, sorprendida quiso saber más.
Con esa paciencia que solo tienen los sabios fue contestando cada una de las preguntas de esa bella muchacha que había aparecido en su vida vacía.
La tarde caía, Selene reía no podía contarle a Amir que ella volaba entre las estrellas, las mismas que comenzaban a iluminar el cielo, de la mano comenzaron a caminar hacía la playa, asombrada por primera vez observó las flores que crecían junto a los árboles.
Rapidamente las manos de Amir como pájaros tejieron una corona con ellas, suavemente coronó a la reina del universo.
La oscuridad era completa, la noche despertó los instintos y mansamente Selene y Amir se entregaban al juego del amor.
Ella reía, sus corazones se transformaron en música y violines.
Sus cuerpos avivaron el fuego interior con caricias, el Creador fue testigo de la unión de sus cuerpos.
Selene sabía que debía regresar a su nueva casa en Venus, se resistía a hacerlo sola, entonces decidió pedirle que le regalara el frasco de las ilusiones e invitarlo a conocer su casa lejana en el espacio.
Amir, conocido como El Maestro no tenía nada que lo esperara en la tierra, al amancer antes que el sol terminara con sus juegos en el agua decidieron partir a ese mundo donde no existe el tiempo.
Como ángeles desplegaron sus alas, una fuerza extraña los elevaba, en el camino, Selene pidió prestadas la colas de varios cometas, antes de desintegrarse en ese lugar le dieron la bienvenida.
Amir no podía dejar de contemplar el cielo, tan inmenso, tanto silencio aumentaba su amor por ella.
Por fin llegaron a Venus, los colores estallaban para recibirlos, tomó una estrella pequeña y la prendió en el corazón de su amada.
En ese momento un terrícola y la hija de la luna decidieron estar juntos para siempre en la inmensidad del Universo.

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