Monday, April 16, 2007

EL FILOSOFO

Avanzaba lentamente por el escenario del auditorio de la universidad colmado de estudiantes ávidos por escuchar una conferencia diferente.
El murmullo de los jóvenes en un instante dio paso al silencio.
El sabio impresionaba con su presencia, vestido con una túnica blanca, de su cintura colgaba una bolsita de gamuza marrón, dentro de ella tintineaban algunas monedas, a su lado un perro manso era su guía, allí todo el alumnado percibió que el filósofo apenas veía.
Hoy les hablaría de la vida, para ello pidió a uno de los alumnos que desplegara un gráfico en el atril.
Comenzó a explicarles que las líneas rectas indicaban el camino que se podía transitar sin peligros, allí estaba la luz del conocimiento y la experiencia, los otros que parecían círculos, no eran tales, esa percepción solo la tenían quienes aún no habían logrado la madurez como para salir de ellos.
Ese laberinto era formado por la mente de cada ser humano, de él se podía salir con confianza y esfuerzo.Les contó de su vida en otras tierras, allí donde se erigían cual fantasmas torres apenas iluminadas en la noche que apuntaban filosas al universo.
Habló de sus viajes infinitos, de la mujer de sus sueños y de los hijos que una explosión había llevado a vivir en otros planos.
Dijo del amor a esa mujer con la que había sido feliz unos pocos años, suficientes como para dejar en su alma para siempre la risa cantarina de sus hijos.
La soledad lo llevó a estudiar el misterio de la vida, era la única forma de estar cerca de sus seres amados.Caminó por el mundo en soledad, cruzó todos los mares.
Como pago a sus charlas recibía una moneda de oro, tenía tantas que un atardecer decidió quemar unas cuantas en un bracero, las luces que el fuego le devolvía le permitían ver las imágenes del pasado compartido con su mujer, los hijos.
Esta sería una de las últimas conferencias por ello había elegido rodearse de jóvenes, contarles sus experiencias para que no cometieran errores que a él le habían sucedido en el pasado reciente.
Desató la bolsa gastada y repartió las monedas, a cada uno le pidió que no la guardara, deberían quemarlas pidiendo un deseo, así ellos se convertirían en una realidad tangible.
Terminada la charla se alejó de los muchachos, sabía que había sembrado la semilla de la vida.
Decidió caminar sin rumbo, sus pasos se sentían acompañados por los de su fiel compañero.
Cansado buscó el refugio de un árbol que perfumaba con sus flores, antes del fin supo que había llegado el momento de reunirse con ellos.

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