Sunday, April 01, 2007

EL RECITAL

La relación de Silvina con su novio estaba tocando fondo.
Los momentos felices habían quedado atrás prendidos como luciérnagas sin luz en el tiempo.
Tenía inseguridades, miedos, ya no disfrutaba de los encuentros.
Juan era diferente, tenía otra escala de valores, era un hombre feliz pese a las contigencias de los sentimientos que asaltaban sin motivo aparente a su enamorada.
El era un hombre apuesto, exitoso muchas veces no podía negarse a las insinuaciones de sus compañeras de trabajo, la verdadera dueña de su amor era Sil, como el cariñosamente la llamaba.
Se habían conocido en un crucero, ambos iban solos en búsqueda de olvidar amores pasados.
Una noche de fiesta , él la invitó a su mesa, luego de la cena le pidieron al camarero que les sirviera el champagne en las mesitas que estaban en la cubierta, la noche oscura solo estaba iluminada por las estrellas, el mar encrespado mecía la embarcación, juntos buscaron un lugar más tranquilo para seguir proyectando el futuro, el camarote de ella era acogedor, podía sentir el perfume ,ese que lo embriagaba.
El amanecer los encontró en la cama, apenas cubiertos por sábanas.
Ella se quedó dormida en sus brazos.
El tiempo concluía cada uno debía volver a sus trabajos, en ese instante comenzaron las diferencias, pequeñas discusiones intentaban quebrantar ese amor fogoso.
Silvina estaba confundida, no encontraba nada que satisficiera sus gustos.Una pared delgada se interpuso entre ellos.
Esa noche Juan decidió invitarla a un recital, junto a un ramo de rosas rojas llegó la tarjeta en ella se leía “Sos mi vida, te amo, te espero esta noche”.
El tiempo no ayudaba, días enteros de lluvia aumentaban la tristeza de ella, en un instante pensó en rechazar la invitación, tenía los ojos enrojecidos por el llanto, no podía dejar de pensar en él, tenía que enfrentar sus sentimientos para conocer la verdad que se le negaba.
Eligió el mismo vestido que usó la noche mágica del crucero, el color negro realzaba sus formas, el cabello rebelde no admitía ningún peinado, decidió anudarlo a su nunca con una cinta de raso.
El la esperaba en la puerta del teatro con su sonrisa de triunfador, se ubicaron en una platea cercana al escenario.
Varias canciones los fueron acercando, en ese momento la cantante comenzó con los acordes de “Piensa en mi”, esa canción era un himno para ellos.
Antes que terminara el espectáculo partieron, ésta vez fue el departamento de él.
Estaba adornado con las flores que a ella tanto le gustaban, sobre una mesita dos copas, en el balde con hielo la botella de champagne esperaba el momento.
Afuera la lluvia golpeaba los cristales, parecía querer entrar a bendecir esa tierna historia de amor que continuaría para siempre

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